Si de veras hubiéramos superado el franquismo haríamos del Valle de los Caídos un parque temático de sus desmanes y megalomanías, cuya culminación es el empeño del fundador de erigir en su propio honor el mayor panteón funerario de la cristiandad; todo ello en la estela de los grandes faraones pero rodeado de miles de muertos de los dos bandos en la guerra que había desatado: compañeros de viaje forzosos a un más allá en el que buena parte de ellos no creía, uncidos a esa nave, como galeotes, por una inmensa cruz hincada a machamartillo sobre creyentes y no creyentes. Ese formidable haz de símbolos, bien explicados, con un tono que ironizase sobre la brutal desmesura del empeño, quedaría rematado con la momia del faraón. Pero como no hay todavía bastante distancia, ni tal vez habrá nunca aquí sentido del humor para ello, se librará al Dictador de formar parte de la exposición.
