¡Amura vela, iza vela, fuego a babor, fuego a estribor. Viva Pedro! Maniobra del saludo y términos marineros que nos llegan como un eco desde el siglo XVI y que son identitarios de Cudillero, que colgado del monte mira orgulloso al mar. Recordando aquel legendario episodio del regreso del Espíritu Santo a Cudillero, hoy nos reunimos con motivo del premio que impulsa desde 1980 la Asociación Amigos de Cudillero, la "Amuravela de oro", que reconoce a la persona o institución que destaque por su labor en favor de Asturias en general y de la villa pixueta y su concejo en particular. En esta edición 2018 se le entrega al Centro Asturiano de México, en su centenario de vida, "por la grandeza, fraternidad y patriotismo demostrados en el transcurso de sus cien años de historia, cumplida día a día con lealtad a sus orígenes y fidelidad a sus principios, manteniendo con plenitud sus vínculos con Asturias y con cada uno de sus municipios, entre los que Cudillero tiene un papel y una significación histórica muy relevante". Nuestra sociedad lo agradece de corazón y le hace refrendar su compromiso por seguir cumpliendo esos objetivos.

Ser una institución centenaria indudablemente que tiene una trascendencia y significación amplía, en el caso del Centro Asturiano de México nos lleva a recordar, por un lado, a las numerosas instituciones que llenan la geografía americana, nacidas al impulso del viento melancólico de la nostalgia por la tierra que un día se dejó atrás, y, por otro, a Asturias como una tierra de emigración.

Esta doble faceta hace que lo asturiano y el vínculo con la emigración sean complejos, pues si bien la emigración enriquece humanamente a una región o un país, pues la proyecta más allá de sus límites naturales, por otro lado la desgarra, pues se pierden en la lejanía los mejores de sus hijos. Así es Asturias, una tierra que la emigración ha llevado a todos los rincones de América, pues hoy en día la imagen de la Ciudad de México, el gran Buenos Aires o La Habana están marcados por la presencia asturiana y, por otro lado, no hay población asturiana que no tenga un hijo en la emigración, ya sea americana, europea o incluso en las antípodas australianas. En este sentido, por su posición geográfica, Cudillero es una población que necesariamente ve al mar y con ello su horizonte está en la distancia.

Hablar del Centro Asturiano de México y entenderlo a lo largo de su historia ahora centenaria nos lleva a recordar lo que es la emigración asturiana en general. No se puede olvidar que la emigración asturiana fue una emigración desprotegida en todos los sentidos, y que las agrupaciones emigrantes en la nueva tierra, por lo general un Centro Asturiano, creadas por los emigrantes anteriores, resultaban ser, entre muchas otras cosas, el espacio en el cual los recién llegados encontraban los apoyos y relaciones para todas sus actividades sociales o económicas, festivas, culturales o deportivas, así como el nexo con Asturias, sobre todo hace algunas décadas en que la comunicación transoceánica era mucho más difícil.

Una función igualmente importante que llenó inmediatamente al Centro Asturiano de México fue la de elemento de identificación como grupo o colectividad en el contexto de la nueva sociedad a la cual se llegaba, y en ese sentido, en México, la actividad emblemática fue deportiva y muy importante por medio, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, del legendario equipo de fútbol de Asturias, en un momento en el cual este deporte despegaba para llegar a convertirse en el gran espectáculo de masas que es hoy. Así, el Centro Asturiano de México se inicia primero como un equipo de fútbol, pero este equipo llegó a rebasar todo lo imaginable y transformarse en una sociedad deportiva, cultural y social de primera línea. ¿Cómo pudo ser así? Tal vez la respuesta sea que todos aquéllos que colaboraron en su fundación y desarrollo lo hicieron poniendo un poco o un mucho de sí mismos.

En realidad, fue la constante inquietud de los asturianos por formar una sociedad que los agrupara, que difundiera el espíritu de Asturias y que los integrara de una forma adecuada, pero individual, a la colectividad española en México, lo que hizo nacer al Club Asturias.

Al Centro Asturiano de México se integraron asturianos de todos los rincones del Principado, muchos llaniscos y del oriente asturiano, pues de esta zona fue la mayoría de la emigración, pero también de otras partes del centro y occidente de Asturias; hoy tenemos en su junta directiva un descendiente pixueto, un hijo de Quico, el hijo del confitero que un día marchó a la emigración. Pero no es el único nexo del Centro Asturiano con Cudillero; cada año, en el marco del proyecto "Así es Asturias", que hace que los jóvenes asturianos del Centro Asturiano conozcan Asturias, un grupo de jóvenes visita Cudillero y recorre sus calles como un lugar emblemático de lo que es Asturias y de lo que es un pueblo pescador donde se unen la mar y la montaña.

Hoy son cien años de vida del Centro Asturiano de México, una vida plasmada en imágenes y recuerdos que hacen vibrar los corazones, que emocionan y nos hablan de un ayer, de un hoy; de una Asturias lejana que vibra, palpita en los corazones de quienes a veces han nacido lejos de ella, pero que tienen el corazón profundamente enraizado en la región de origen de sus mayores, y eso es posible por la labor del Centro Asturiano de México. Así, su historia son páginas que hacen esbozar una sonrisa satisfecha a quienes hoy forman la colectividad asturmexicana y a muchos que ya no están en este mundo. Gracias a ellos la savia de Asturias se ha extendido por el mundo, y aunque, como dice Camín el poeta, "qué difícil es florecer con la raíz tan lejos", el Centro Asturiano de México, hermanando en su nombre a dos colectividades, ha florecido y sigue adelante conservando hasta el fin los asturianos en sus miembros y en sus obras.

Así es la historia del Centro Asturiano de México a lo largo de cien años, que hoy Cudillero generosamente reconoce; historia de sus hombres, de sus luchas, de sus logros e ilusiones, historias de emigrantes que lucharon por no perder sus raíces y por proyectar sus tradiciones a lo largo de un siglo. La historia del Centro Asturiano de México es la historia de una sociedad surgida de la emigración y de los emigrantes y continuada por sus descendientes, y también el reconocimiento a México, un generoso país que los acogió, y el testimonio de la creativa presencia española en esa tierra.

Cuántos asturianos hay y ha habido por el mundo (sobre todo entre finales del siglo XlX y la primera mitad del XX) que un día, cuando eran muchachos de quince años o veinte años, salieron muy temprano de la aldea con una maleta de ropa y algo de comida, llevando la bendición de la madre que quedaba en casa, el abrazo de un padre que sentía romperse el corazón, pero que tenía que mantener su posición de hombre duro; y la carta de tío, el padrino, el hermano o el primo, con la que le llamaban allende el mar y esa carta era el rayo de esperanza e ilusión por un futuro mejor. En el camino hacia El Musel de Gijón, aquellos jóvenes veían los hórreos que parecían mudos adioses entre la niebla de la mañana, los campos sembrados y los infinitos prados verdes enmarcados por bosques de castaños. Veían a los que quedaban hacia los campos, calzados de madreñes por las estrechas caleyas, y estas imágenes se quedaron en su interior, robándole espacio a las ilusiones que los impulsaban a dejar tantas cosas queridas. Así llegaba a El Musel quien desde ese día sería identificado como un emigrante, vía el barco cuyo nombre no olvidará nunca, y subía a la tercera clase jurándose regresar en primera; preguntándose tal vez, con un nudo en la garganta, al momento que la sirena sonaba señalando la partida, si todo aquel dolor valdría verdaderamente la pena. Años después, los emigrantes saldrían de otros puertos o en avión desde Madrid, pero el dolor de la partida sería el mismo y era entonces que la copla: "Adiós Asturias, / Asturias de mi querer. / Adiós Asturias, / ¿cuándo te volveré a ver?" afloraba en la memoria y cobraba todo su sentido; y Asturias, la patria, la tierra, el nombre, se convertía en meta fija, nostalgia e ideal; nuestros centros tendrían como objetivo que esa nostalgia, ese ideal, no se perdiera.

Los puertos de México, como Veracruz, pero también La Habana, Santo Domingo, Tampa, Puerto Rico, Buenos Aires, Montevideo, incluso Manila y después las ciudades de Alemania, Francia, Bélgica, Suiza o Australia vieron llegar asturianos con su equipaje de ilusiones y su voluntad de trabajo. Ahí empezaba una nueva vida para tantos emigrantes y también ahí estaba la simiente de tantos Centros, Círculos y Clubes Asturianos.

Además de la lucha por la vida y por progresar, estos hombres emprendían la lucha por conservar y difundir lo asturiano; unos formaban una familia y progresaban en la vida, otros conquistaban grandes riquezas y algunos sobrevivían apenas, pero la mayoría cooperaba con su esfuerzo por que revivieran, aunque fuera una vez al año, las lejanas romerías, y para que el sonido de la gaita llenará los aires de Ciudad de México, de Veracruz, de Puebla, Córdoba, Torreón en México, lo mismo que en otros destinos de la emigración asturiana como Caracas, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Buenos Aires, Montevideo o Santiago de Chile. Trabajaban para que el nombre, la cultura y las costumbres de Asturias fueran conocidos y respetados, no sólo dentro de las colectividades españolas, sino en todo el ámbito social, cultural o deportivo de sus ciudades adoptivas.

El Centro Asturiano de México es una institución señera en ese sentido, nunca ha olvidado sus raíces ni su compromiso de proyectarlas al futuro. Por eso quienes formamos parte del Centro nos enorgullecemos de él, y hoy, agradecidos a Cudillero, nos sentimos parte de Asturias y con nosotros vienen los espíritus de tantos hombres que dejaron su tierra natal, fueron a otra tierra donde reposan en el sueño de los justos, pero nunca olvidaron su Asturias del alma. Cada vez que regresa el hijo o el nieto de un emigrante a Asturias, regresa un poco del espíritu de aquel muchacho que salió con la ilusión en los ojos, y ese regreso es posible porque existen nuestros Centros Asturianos, donde se depositó para pervivir el alma de Asturias y el trabajo de sus emigrantes.