Ha sido aplastante el revuelo veraniego que se ha realizado con el anisakis. La alarma, que algunos elevan a la categoría de campaña orquestada por intereses que buscan socavar el prestigio del producto fresco, ha tenido enorme repercusión en las ventas.

Todos los veranos ocurre lo mismo con la merluza: baja su cotización. Un motivo clave son las vacaciones, el cambio en los hábitos de consumo al dejar el hogar, la "ralentización" de los mercados centrales y grandes superficies donde hacen el agosto los congelados y otras frituras de chiringuito, que son los competidores de la merluza de Gran Sol. Los pescadores se quejan, pero, obviamente, la mejor cotización de la merluza de calidad se produce a final de año. No ahora.

Atacarla con el anisakis es muy sospechoso. La mayor parte de alergias por anisakis en España se debe al consumo de boquerones en vinagre, preparados sin demasiada previsión. ¿Condenamos la anchoa? Está claro que no. Además, el parásito aumenta su incidencia con la moda del consumo de pescado crudo.

Anisakis es denominación japonesa, pero tampoco es serio enfilar lo nipón sólo por ello. Ni a la tortilla porque las patatas le resulten deliciosas a los escarabajos y, últimamente, a la polilla guatemalteca.

Se necesita conocimiento, estudios sanitarios, no desinformación, ya que de congelados y productos alimenticios pésimos están los estantes llenos.

Que la gente pueda visitar las lonjas de pescado, ver su mercancía fresca, como suelen hacer en casi todo el norte de España, y muy concretamente en la lonja de Avilés, es la mejor vacuna contra estas campañas que, como se barrunta, están orquestadas en provecho propio.