Soy uno más de la marea de jóvenes profesionales emigrados de Asturias, en mi caso ingeniero de telecomunicaciones trabajando en Suecia. Hoy en día, gracias al Skype, WhatsApp y teléfono, los largos periodos sin ver presencialmente a tus seres queridos se hacen más llevaderos, siempre con la mira puesta en ese momento mágico en el que aterrizas en Ranón y allí están tus padres oteando entre el público tras la zona de maletas, listos para con un abrazo hacer olvidar las distancias.

Planear con antelación cómo llegar a Asturias es fundamental, ya que por desgracia nuestra región, a pesar de contar con tantos emigrantes que llenan los aviones, tiene cada vez peores y más caras conexiones. Estas Navidades todo estaba planeado con meses de antelación, vuelo Estocolmo-Lisboa-Oviedo, justo a tiempo para llegar con mi mujer y dos bebés a la cena de Navidad, cuando de repente recibo un WhatsApp que hacía temblar las ilusiones de volver a la tierrina. TAP Portugal cancela la ruta Lisboa-Oviedo. De momento, la aerolínea no ofrece alternativa alguna de transporte al destino final, y nos vemos abocados al tedioso proceso de reclamación de compensaciones, sin garantías de recibir el reembolso de todos los gastos asociados, y con la preocupación y las horas desperdiciadas en la gestión, que ya no nos las quita nadie.

Entendiendo perfectamente las cancelaciones por motivos operativos y/o de rentabilidad, lo que me deja perplejo es la asimetría en las relaciones entre aerolíneas y pasajeros, y la incapacidad o inacción de las autoridades para regular los abusos de este oligopolio.

¿Por qué los pasajeros debemos pagar cantidades abusivas si queremos cambiar o modificar un viaje, mientras las aerolíneas cancelan sus vuelos en plenas Navidades devolviendo solamente el importe pagado? ¿Por qué si tienes una reserva de ida y vuelta y por cualquier motivo has de ir por otras vías a tu destino, la compañía te cancela el viaje de vuelta que ya estaba pagado? Esto son tan sólo algunos ejemplos de los muchos que seguramente rondarán por la cabeza de muchas de las personas que estén leyendo este texto.

Si esperamos que nuestros políticos arreglen esta situación, podemos esperar sentados, pero no será en el asiento de un avión con dirección a Asturias...