Durante mi vida profesional y académica realicé algunas estancias en universidades europeas y americanas. De hecho, me gradué en Metalurgia en la Universidad de Leeds UK en el año 1971.

Mis recuerdos de los viejos profesores de todas las universidades en que viví o visité son que ellos eran los más sabios y con quienes merecía la pena trabajar para resolver problemas reales de la industria.

La valoración que esas universidades daban a sus viejos profesores era tremenda, tanto que en la mayoría de ellas se les daba un trato especial, asignándoles un despacho y permitiendo el acceso a los laboratorios, para poder aprovechar su sabiduría.

Muy al contrario, nuestra Universidad de Oviedo y otras españolas no hacen ningún esfuerzo por mantener a dichos sabios en su regazo, en el mejor de los casos los soporta; la mayoría de ellos no tienen asignado un lugar de trabajo y permanencia.

Craso error, el coste de estos profesores es 0, y su capacidad, en muchos casos, de gran provecho para los alumnos, la Universidad y la industria.

Habrá que tener una plantilla escalonada, pero con los viejos profesores, por ser los más sabios, se debe procurar no perder el contacto.