A vuelapluma

Filosofía en fricción

Michael J. Sandel alerta contra las mismas redes en las que él triunfa por desplegar el recurso más primario de la filosofía, el de la reflexión dialógica. Ejerce de partera intelectual como ya lo hiciera Sócrates en una emulación intelectual de su madre. Sandel tiene, sin embargo, un físico que invita más a la cercanía que la de aquel habitual de las calles de Atenas de finales del el siglo V, quien pasaba por ser hombre desaseado y algo repulsivo. Aunque puede que, tratándose de una biografía tan oscura, este apunte sobre su apariencia personal sea sólo una invención de los sofistas.

Sandel, y también en eso lleva la impronta socrática, postula la resistencia a la corriente general y a toda tentación de dejarse anegar por el entorno. La suya es una filosofía en fricción con el mundo, una práctica abierta a auditorios de aforo limitado para mantener en lo posible la escala social en la que floreció esta forma compleja de acercarse a las verdades. El método funciona por la vía de la incitación a vencer las resistencia a hablar asuntos morales, que aparecen siempre enredados como cerezas en una cesta. Por eso, el fluir del diálogo no siempre deja tranquilizadoras conclusiones redondas.

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