Constitución: monarquía y autonomías

La manipulación política con tranquilizadoras noticias falsas no comenzó con Trump

El 21 de octubre de 1975 una nota oficial, informaba a los españoles: "A las diecinueve horas del día de hoy, su excelencia el Jefe del Estado recibió en su despacho al Presidente del Gobierno, con quien mantuvo una conversación de cuarenta y cinco minutos". El mensaje era claro: "No pasa nada, todo sigue igual". La verdad era muy diferente. El "hecho biológico" se precipitaba. El día anterior se empezó a organizar el operativo secreto para embalsamar al dictador que el 23 del mes siguiente sería enterrado en el valle de Cuelgamuros. La manipulación política con "tranquilizadoras" noticias falsas no empezó con Donald Trump.

En los tres años que transcurrieron, desde dicho acontecimiento hasta el 6 de diciembre de 1978, los españoles asombramos al mundo y nos sorprendimos, para bien, a nosotros mismos. Transitamos, pacíficamente, de una dictadura fascista a una democracia constitucional.

Abundaron dificultades muy serias. No fue fácil. Pero se consiguió. Con mucho diálogo, más discreto que publicitado, se elaboró la actual Constitución española. En las Cortes Generales contó con el voto favorable de hijos de las dos españas de Antonio Machado, plenamente convencidos de la necesidad de asegurar a los españolitos, de aquel presente y este futuro, una existencia que no les helara el corazón.

Consenso fue el concepto clave. Las decisiones fueron mayoritarias pero tratando siempre de minimizar el conflicto con quienes discrepaban de ellas. Las renuncias de una parte se equilibraron con las de la otra. La derecha aceptó las autonomías como forma de organización territorial. La izquierda una Monarquía que acatara y respetara la soberanía popular.

La lealtad al referéndum constitucional de hace cuatro décadas ( 87,9 % en España y 90,5 % en Cataluña, de apoyo) cuenta en estos momentos con dos adversarios políticos. Unos plantean dar por finiquitado el que denominan "Régimen del 78". Otros proclaman una república que desgaja Cataluña de España, al margen de toda legalidad.

Distintas propuestas y actuaciones para una misma finalidad: desmontar el Estado construido sobre la actual Constitución española cuya forma política es la Monarquía parlamentaria. Por eso ambas coinciden en su virulenta ofensiva contra la figura del Rey. Lo consideran una de las piedras angulares de nuestro sistema democrático. Llaman, ladinamente, república a lo que en lenguaje cotidiano se denomina "ruptura y desguace".

Creo oportuno, por ello, recordar la posición socialista establecida por Luis Gómez Llorente, diputado entonces por Asturias, en el Congreso durante el debate constitucional: "Si en la actualidad el Partido Socialista no se empeña como causa central y prioritaria de su hacer en cambiar la forma de Gobierno es tanto en cuanto, puede albergar razonables esperanzas en que sean compatibles la Corona y la democracia, en que la Monarquía se asiente y se imbrique como pieza de una Constitución que sea susceptible de un uso alternativo por los Gobiernos de derecha o de izquierda que el pueblo determine a través del voto y que hace viable la autonomía de las nacionalidades y las regiones diferenciadas que integran el Estado".

Premonitorio razonamiento para 1978. Pues eso.

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