Fragmentación, radicalidad y antipolítica

De las causas y los síntomas de la preocupante situación política actual

El mapa político español sigue fragmentándose. Se ensancha con radicalidad. Las recientes elecciones andaluzas añaden un nuevo partido al arco parlamentario: Vox. Avanza la antipolítica.

Varias razones se han venido argumentando estos días para explicar el resultado electoral en la autonomía más poblada de España: el desgaste del largo periodo de gobiernos socialistas, la desigualdad provocada por la crisis, el aumento de la emigración y la tensión independentista catalana.

Seguramente todas han tenido que ver. Y alguna más podría añadirse. Es necesario analizarlas para extraer las lecciones oportunas.

Me centraré sobre todo en la antipolítica. Me parece la más preocupante. Desde finales del 2015 la acción de los gobiernos españoles ha estado muy marcada por decisiones de minorías parlamentarias. Y más que en dotarla de pluralidad o consenso se ha evidenciado en decisiones presupuestarias, que han generado tanto alborozo en los territorios agraciados como agravio en el resto; y en acuerdos políticos que contradicen, en ocasiones, el sentido mayoritario de la ciudadanía.

Todo ello favorece actitudes antipolíticas en un buen número de votantes, los especialmente irritados con la situación, que "en cada elección optan por aquello que consideran que mejor expresa su cólera contra el poder establecido" (Daniel Innerarity). No me parece aventurado pensar que una parte de los votantes de Foro en Asturias, en 2011, lo hicieron a Podemos en 2015. E incluso que hoy coqueteen con la idea de hacerlo a Vox.

Aumenta también el número de españoles que se sienten "huérfanos de partido". El aumento de la abstención y la creciente fragmentación política son, en buena parte, causa de ello. Y la falta de eficacia.

La democracia, para robustecerse, necesita efectividad gubernamental. Y llevamos tres años de inestabilidad política, lo que se traduce en la imposibilidad de abordar con eficiencia problemas que exigen urgente solución. Dos ejemplos. La intensa oleada de emigrantes que por mar llegan a Andalucía exige soluciones para integrar a los más vulnerables. Los menores no acompañados son uno de los más importantes y su número creciente imposibilita hacerlo de forma adecuada en dicho territorio. Y a pesar de la solidaridad que, en teoría, propician un gran número de ayuntamientos y comunidades, hasta ahora, ha sido imposible acordar soluciones a sus problemas en otros territorios.

En ámbitos más reducidos se repite la cuestión. Asturias, desde hace algunos años, tiene colapsado prácticamente su vertedero de residuos.

Ha sido imposible hasta ahora llegar a un acuerdo amplio en la Junta General que solucione este asunto. Y ello a pesar de las inteligentes estrategias del actual equipo de la Consejería de Infraestructuras, Ordenación del Territorio y Medio Ambiente. Fortaleceremos nuestra democracia solucionando los problemas de la ciudadanía. Y especialmente demostrándole que la política no es una de sus dificultades. Ni los políticos que la protagonizan. Por esta razón me abstuve en 2017 en la investidura de Rajoy. Defendí en el debate, que al respecto se produjo en el Grupo Parlamentario Socialista, que repetir por tercera vez unas elecciones, produciría una erosión en nuestro sistema político que abriría las puertas a partidos extremistas y radicalizados de derechas, como estaba sucediendo en varios países europeos.

Sucedió, a pesar de evitar dicha repetición, pero los males en el funcionamiento de nuestro sistema político, que lo explican, eran ya evidentes en aquel momento. Y desde entonces, a mi juicio, no se produjeron las correcciones necesarias. Aún estamos a tiempo de hacerlas.

Compartir el artículo

stats