Belén, mi mujer, veía a Tini como una pila de energía. Me parece una visión tan sencilla como certera, pues en el fondo siempre hay una característica personal que nos explica más que ninguna otra. Cuando nos lo encontrábamos, Belén le decía bien alto "¿cómo está mi Presidente favorito?", y él no podía evitar que se le abriera una sonrisa de satisfacción, sobre todo cuando había gente delante.

Podría apoyarse una semblanza real de Tini en esas dos dimensiones de la personalidad, la inagotable energía y el gusto recíproco en la relación con el público. Hay otras muchas cosas, desde luego, compromiso social, vocación de servicio, valor y arrojo, eminente formación para la política (obtenida en la excelente alma mater del marxismo), dialéctica poderosa y acerada, riguroso conocimiento en muchas cosas, inteligencia aguda y ese centro de gravedad bajo que proporciona estabilidad al buen político de carrera. Pero aquellas dos notas eran las de veras determinantes.

Naturalmente, la pila de energía no alimentaba solamente el cuerpo físico, sino la química neuronal. La capacidad para imaginar cosas, capturar y reciclar ideas, formular síntesis, concebir ambiciosos proyectos, y, lo que es mucho más difícil, ponerlos rápidamente en la parrilla de salida para su realización, siguiéndolos luego con todo celo hasta ejecutarlos, era de veras portentosa.

La pila de energía, aplicada a la política local, transformó Gijón de cabo a rabo, modificando sus hechuras cuantitativas y cualitativas, y en la política regional realizó obras de veras gigantescas. Ni viene a cuento que me ponga a enumerar las abundantes realizaciones exitosas, ni mucho menos los casos en que la ambición creadora tal vez haya sido mayor que el sentido del realismo. Si no pisas el acelerador nunca te pasas de frenada, pero tampoco irás muy lejos, o, si lo haces, llegarás tarde.

En el segundo aspecto de su personalidad, a Tini le gustaba la gente, relacionarse con ella, conquistarla, y eso hacía que él también gustara a muchísima gente, a un extenso público que abarcaba mucho más que el arco de la izquierda. A todos nos gusta que intenten seducirnos, él era un gran seductor y nunca dejó de tener un público fiel. Así, este político de proximidad, y a la vez de altura, ganó todas las elecciones a las que se presentó, sin dejar una.

Dejo para casi el final una tercera dimensión, la de sus ideas y su lealtad al partido que un día lo acogió y luego lo llevó a eminentes posiciones de poder. Creo de veras que, con muchos aciertos y algunos errores, trató de proveer un significado político preciso, el propio de un socialdemócrata convencido, a su gestión pública, lo que, en tiempos en que se trivializa este aspecto, o se confina en la retórica, es muy de agradecer. Creo asimismo que, resistiendo en ocasiones fuertes encontronazos, a veces como un buen fajador, mantuvo en todo momento la lealtad a su partido (el PSOE), algo que tampoco es valorado siempre, pero en mi opinión define asimismo un rango de político.

Y acabo con una mención a las ganas (también relacionadas con la pila de energía). Antes, cuando los médicos se ocupaban de todo el cuerpo, y no sólo de una parte, empezaban preguntando al paciente cómo andaba de apetito, pues este no es sólo un síntoma de salud, sino un activo para un buen pronóstico. En política igual, las ganas cuentan mucho, y también en eso Tini andaba sobrado. Era uno de los políticos con más ganas con que me he encontrado en la vida. Ganas de hacer política, ganas de hacer cosas, ganas de moverlas, ganas de cambiarlas, ganas de poder. Cada cual puede decirlo a su modo, pero las ganas son las ganas, y él las tuvo hasta el último día.