Apenas era poco más de las siete de la mañana cuando Nacho Poncela, que fue mi jefe de prensa en mi etapa como consejera, me comunicó el fallecimiento de Vicente Álvarez Areces.

Mi primera reacción fue negarme a creerlo, mientras comenzaba a crecer el dolor que se siente al perder a un gran amigo. Más allá de nuestra relación política y de trabajo durante ocho años en el Gobierno, seguíamos manteniendo una relación personal de confianza y afecto que compartíamos con cierta frecuencia en torno a una comida o un café. En esos momentos recodábamos vivencias comunes y analizábamos el panorama político regional y nacional a través de su privilegiada visión sobre la compleja realidad actual.

Cuando Tini me propuso formar parte de su Gobierno no teníamos más relación que nuestra militancia común en el PSOE. La estrecha colaboración en el Ejecutivo y mi responsabilidad como portavoz del Gobierno forjaron un sentimiento de mutuo aprecio y cariño que guardaré para siempre.

Fui testigo en primera persona de su inagotable capacidad de trabajo, de cómo su desbordante personalidad se trasladaba a todos y cada uno de los proyectos que abordaba. Tini fue una persona ante la que no cabía la indiferencia, así como él nunca fue indiferente ante las injusticias y ante la defensa de los valores cívicos y morales que mantuvo durante toda su vida.

Era un hombre positivo, muy inteligente, intuitivo, extraordinariamente trabajador e incansable en la consecución de sus objetivos. Transmitía ilusión por los proyectos en los que creía y era tremendamente tenaz. Si no hubiese sido así, hoy no estaríamos disfrutando de innumerables infraestructuras, equipamientos y servicios repartidos por toda la geografía asturiana que llevan su sello. Algunos de ellos, como el nuevo HUCA y la ampliación de El Musel, justifican por sí mismos toda una trayectoria política al servicio de Asturias.

Sumaba a su gran capacidad de liderazgo una enorme facilidad para formar equipo. Se ponía al frente de los proyectos, en primera línea, también cuando había problemas y no escatimaba tiempo ni esfuerzo cuando había que buscar soluciones a temas complejos. Defendía con vehemencia los principios en los que creía y ponía pasión en los proyectos en los que se embarcaba.

Era un gran batallador, desde muy joven en su lucha contra la dictadura franquista hasta su trabajo actual en el Senado, defendiendo la igualdad, la solidaridad y la justicia social como principios de la acción política y la gestión de lo público. Excelente comunicador, con una voz envidiable que transmitía cercanía y confianza. Siempre se sentía extremadamente a gusto entre la gente.

No descansaba jamás. Hace apenas unas semanas aún le preguntaba: "¿Cómo no te jubilas y disfrutas de la vida?". Me contestó que todavía se sentía útil y con ganas seguir trabajando.

Nos deja un gran legado: su gestión pública, en diferentes ámbitos, con innumerables logros y su ejemplo de vocación política y de servicio público de los que ya, desgraciadamente, quedan pocos ejemplos en el panorama político actual.

En su faceta personal era un hombre desprendido, espléndido y muy cariñoso. Siempre pendiente del lado humano de los que tuvimos el privilegio de trabajar con él. Personalmente nunca olvidaré que en aquellos momentos duros que me tocó vivir, siempre conté con su apoyo.

Somos muchas las personas que hoy compartimos un inevitable sentimiento de orfandad ante el vacío que ha dejado Tini. Se nos ha ido una de las figuras más importantes de nuestra tierra, cuya labor aún dista de estar suficientemente reconocida. Descanse en paz.