Director general de Urbanismo de Cantabria, consejero de los gobiernos de Areces

Tini, la persona

El líder que sobrepasaba a los gregarios nada más empezar la carrera, el trabajador incansable

Me pide LA NUEVA ESPAÑA que escriba unas palabras, o que defina al Alcalde, al Presidente Vicente Alberto Álvarez Areces, a Tini Areces, como persona, que me refiera a él analizando su perfil humano, ya que, en estos tristes días, todos se dedican, nos dedicamos, a ensalzar su lado más conocido, su faceta de gran gestor público, su perfil político, los grandes logros alcanzados y la huella que deja como Alcalde de Gijón, Presidente de Asturias y Senador de España.

Y lo primero que se me viene a la cabeza era su modo de trabajar, su infatigable labor, su dedicación plena a la gestión pública. Era tal su dedicación que a los que estábamos cerca de él, desarrollando los proyectos que nos encomendaba, nos costaba trabajo seguirle el ritmo. En términos ciclistas, los gregarios a veces éramos sobrepasados por el líder del equipo nada más empezar la carrera, o, expresándonos en términos futbolísticos, Tini disputaba todos los balones, lanzaba el córner y salía corriendo a rematarlo; quizás esta práctica la importó de su etapa futbolera de delantero en el Ceares. No soportaba la inactividad. Quería siempre a su lado a personas que aportaran, que propusieran ideas, proyectos; él no necesitaba mucho tiempo para distinguir a los que eran buenos y, si llegaba a esa conclusión, te daba luz verde y a trabajar para sacarlo adelante. Y sabías que a él nunca le parecería mal que te equivocaras al tratar de conseguir los objetivos propuestos, siempre que hubieras puesto todos los medios para ello; lo que no toleraba era que no lo intentaras, que te echara para atrás el primer tropiezo; si se había optado por un buen objetivo, había que combatir para alcanzarlo.

Tenía una personalidad arrolladora y vehemente, lo que hacía que, a veces, sus colaboradores no se atrevieran a rebatir sus opiniones y, precisamente, lo que quería Tini era lo contrario. Quería personas que le llevaran la contraria con argumentos solventes. Como buen e inteligente líder que era, sabía que era imposible estar siempre en posesión de la verdad y, aunque, a veces, costara torcerle el brazo, acababa agradeciendo que le convencieras con argumentos potentes.

Tini, sobre todo, quería a su lado a personas leales, amigas y que dominaran su parcela, consciente de que él no podía abarcarlo todo. Era todo lo contrario a esa abundante clase de líderes que prefieren tener a su lado a personas de capacidad profesional o intelectual inferior a ellos, con lo que lo único que están poniendo de manifiesto es su propia inseguridad. Tini era, precisamente, todo lo contrario; era una persona absolutamente segura, por su gran capacidad y por la tranquilidad que le daba tener a su lado a personas totalmente leales. La lealtad, insisto, la anteponía a todo a la hora de elegir a sus colaboradores directos y, de esto, estoy convencido; algún que otro pequeño disgusto le habrá ocasionado al consultar a las instancias pertinentes sus decisiones sobre la elección de las personas.

Era una persona afable y muy humana, muy gijonuda, orgulloso de su barrio de La Arena y de su etapa infantil de vida y juegos por sus calles; pero su fuerte no era precisamente su sentido del humor. Le faltaban horas del día para trabajar. De ahí esa continua jornada de trabajo desde primera hora de la mañana hasta bien entrada la noche. Cuando te decían, el Presidente quiere comer contigo, ya sabías que no comías, que ibas a trabajar porque él, durante la mañana, ya había procurado tomar algún "pinchín" mientras devoraba los periódicos y, en su caso, arrancaba alguna hoja que traía algo que podía interesarle. O cuando parecía que íbamos a pasar algún momento relajado, disfrutando de un concierto o de algún otro espectáculo, él siempre se arreglaba para hacer "un aparte" y trabajar algún tema al que le estaba dando vueltas. O de los viajes en coche, o en avión, continuamente despachando y resolviendo problemas; aunque, todo hay que decirlo, en las épocas en las que tocaba elaborar los Presupuestos, yo copiaba su técnica y le llamaba para acompañarle en su coche por la noche de vuelta a Gijón y, así, como buen Consejero de Infraestructuras, intentar allegar alguna cantidad suplementaria para mi Consejería. Tal era así, que mis directores generales me preguntaban siempre al día siguiente: ¿Qué, cuánto conseguiste ayer? Y claro que conseguía, pero porque siempre el Consejero de Economía empezaba por un presupuesto demasiado pequeño, y Tini era consciente, y jugaba con el margen que tenía y, así, todos contentos.

Tini tenía una gran empatía y caía bien a la práctica totalidad de sus colegas autonómicos fueran del color político que fueran. Especialmente tuvo una estrecha relación, en este caso reforzada por su antigua amistad, con el Presidente de Galicia, Pérez Touriño; con el de Castilla y León, Herrera; con el de Aragón, Marcelino Iglesias, y, como no, con el de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, con el que compartimos muchas y conocidas anécdotas que se han visto reflejadas en alguno de los libros que el Presidente cántabro, mi ahora Presidente, escribe.

En definitiva, podría definir a Tini persona como un infatigable trabajador, con una personalidad arrolladora, batallador, respetuoso con sus adversarios, muy humano, amigo de sus amigos, orgulloso de ser un "gijonudo" y, al que quizá también le hubiera gustado ser un número uno en el fútbol, un Quini.

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