El pasado 9 de febrero falleció mi abuelo José Antonio Fernández Aguirre, Pepín de La Reigada para todos. Leí comentarios de mal gusto, gente que se alegra de la muerte de un cazador. Como nieto y sobrino de cazadores, nunca me gustó esta actividad, me parece aburrida y tediosa, pero como amante acérrimo de los animales, no la considero cruel. No hay tortura como en ciertos espectáculos con animales en nuestro país. Me da rabia leer esos comentarios desagradables, pero más pena aún que vayan hacia una persona que era paz, amor, generosidad. A su lado te sentías como en tu propio hogar. Por otro lado, me da pena por los autores de esos comentarios, dudo que cuando les venga a buscar la de negro tengan a tanta gente a su lado diciendo cosas buenas y, sobre todo, sinceras. No creo que la Guardia Civil tenga que parar una carretera para que la gente pudiera pasar a la iglesia. Claro, desde fuera se ve al asesino de animales, pero al hombre al que los perros le seguían porque siempre tenía algo para ellos, que alimentaba gatos callejeros, el hombre que hizo feliz a su familia, que puso el listón tan alto para los demás y al que apreciaban vecinos y amigos lo vemos los que importamos y los que disfrutamos del mejor hijo, hermano, padre o abuelo que se puede tener.