Los nuevos tiempos políticos no admiten la discrepancia interna en los partidos. Ni una miaja. Sí, probablemente, se ha dado mayor protagonismo a los militantes (al menos, teóricamente, eso parece), pero lo cierto es que en base a ello se han silenciado totalmente (o lo están intentando) a los grupos minoritarios de las diversas formaciones. En general, ya no se negocian cuotas de poder que puedan facilitar la inclusión de las diversas sensibilidades que conforman una determinada organización en, por ejemplo, las listas electorales. No se apuesta por la integración de aquellos grupos o personas que discrepan de la corriente mayoritaria. Eso es algo pasado de moda. Históricamente, sí se hizo.

Así quien gana unas primarias en un partido tiene el poder absoluto para hacer y deshacer a su antojo. Por supuesto que el triunfador en el congreso de una formación, la que sea, siempre, antes y ahora, lo hace para ejercer el mando con todas las consecuencias. Pero en otras épocas, a diferencia de lo que está pasando en este momento, siempre había un resquicio para el diálogo, para dar voz a los discrepantes y para facilitar su participación en la vida política, tanto en la de carácter partidista como en la institucional. Y, por supuesto, se dejaba respirar a las estructuras territoriales, fueran regionales o municipales, aunque en situaciones muy concretas (ahora es lo habitual) la decisión final la tenían el líder del partido y sus más cercanos colaboradores.

Esta tendencia al mando con mano de hierro es aplicable tanto a la vieja política como a la nueva. Los dos últimos líderes en sumarse a ella han sido Pedro Sánchez y Pablo Casado. De recientes decisiones tomadas en Asturias, por ellos directamente o a través de sus brazos ejecutores en la región, cabe interpretar que tanto el PSOE como el PP fracasaron en el Principado en los últimos años. ¿Cómo si no se explica que tanto el partido que gobernó como el que lideró la oposición en la comunidad autónoma hayan renovado (o estén a punto de hacerlo) prácticamente la totalidad de sus listas electorales? Lo cierto es que lo que piensen los ciudadanos les da igual. La cuestión es que sanchistas y casadistas quieren colocar a los suyos y mandar para casa a los que no lo son. Así de sencillo. Y sin medias tintas.