Redes, picas y fabada

Historias en torno al típico plato asturiano más allá de lo gastronómico

Gustavo Izquierdo es alma, corazón y vida de un grupo de asturianos que mensualmente disfrutan en Noreña de nuestra cocina. También "excursionean" en grupo, atentos a la naturaleza, el arte y los buenos alimentos. No hay red social más cohesionada que la basada en su lema: "Gastronomía y Amistad".

Inician sus encuentros, en el Hotel Cristina, con un pregón. Me correspondió el de marzo.

Pregoné sobre la fabada en el mundo. Nos acompañaban, como invitados, la alcaldesa noreñense y el alcalde de Siero. Municipios en rivalidad permanente que constituyan sociedades comunes en la emigración americana. Difícil imaginárselo en el solar patrio. Casi tanto como pensar en unificar Sporting y Oviedo. O meter en el mismo partido al presidente asturiano Javier Fernández y al cántabro Revilla. En este último caso las discrepancias se remontan a los orígenes de España. Revilla reivindica que Pelayo era Cántabro. Y tiene compatriotas que lo creen. Hace algunos años dos vecinos de Panes, Ferino y Nelu, fueron a la Fiesta del Orujo de Potes. Ambos pueblos comparten carretera nacional, cadena montañosa y "pica" intensa. Conocidos los dos peñamelleros en la localidad cántabra llamaron la atención en cuanto entraron en Casa Cayo. Eran las doce y media. El local estaba a rebosar. Como pudieron se fueron abriendo paso hacia la barra. En cuanto lo lograron se oyó un grito: "¡Pelayo era lebaniego!". Los habían reconocido.

Se hizo un silencio espeso. Nelu empezó a despotricar con Ferino. "¡Ya te decía yo que a qué veníamos!, ¡con estos no hay nada que hacer...!" Mal que bien Ferino fue tranquilizándolo. Se ayudó de dos blancos. Pagó Nelu y mientras esperaba la vuelta, mandó a Ferino ir saliendo.

Después lo hizo él. Llegó a la puerta, la abrió, se giró y, mirando al fondo desde el que les habían increpado, gritó: "El que era lebaniego era el caballo..., y no Pelayo". Y con las mismas salió todo lo rápido que pudo.

Un buen asturiano defiende la asturianidad de Pelayo y las excelencias de la fabada. Aquí o en América. Y no se pueden imaginar cuán difícil resulta comerla en el continente americano. Sin embargo todos los centros asturianos de allá organizan grandes fabadas. Sudando a mares mientras la cocinan. E incluso mientras la comen. Antes, ingeniándoselas para ocultar en los equipajes unos cuantos kilos de fabas asturianas. O pasando por la aduana tocín, chorizos y morcilla con estrategias de camuflaje. ¡Hasta hubo quien subió a un avión en Madrid, rumbo a México, con ocho litros de agua!

La fabada transciende lo asturiano. Visité La Habana hace un cuarto de siglo como Presidente del Principado. Recibimiento deferente del Comandante Fidel Castro. Hablamos varias horas (sobre todo él). En el momento que pude meter baza aproveché para invitarlo a la que al día siguiente brindábamos a los socios del Centro Asturiano. Me lo agradeció, pero obligaciones de gobierno le impedían acudir. Le ofrecí mandarle la prueba. "¡Encantado Presidente! Ahora lo organizamos", me respondió. Llamó a su asistente personal, Roque. Vino al instante. "¡Busca en la cocina una cazuela para tres raciones, que encontrarás en el cuarto estante de la derecha y vas mañana a la dirección que te indique el presidente Trevín a por fabada!", le indicó. Así lo hizo Felipe Pérez Roque, quien años más tarde sería Ministro de Exteriores de la República Cubana.

Finalizado el pregón despachamos un contundente plato de fabas de Pravia y compango de Noreña. Lo gastronómico animó lo amistoso.

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