Pentecostés en la Junta

Las exageraciones y desmesuras de los anti y los pro cooficialidad poco ayudan a un consenso en la llingua

Lenguas de fuego sobre los diputados que forman la Comisión de Cultura del parlamento asturiano, unos hablan en castellano, otro en inglés y algunos, cuando los dejan, en asturiano. Y todos se entienden, acaso por un servicio de traducción simultánea, que el Espiritu Santo está para otros menesteres en un parlamento aconfesional. La intención de Berta Piñán de exponer en asturiano su programa de Cultura ha vuelto a mostrar, en sede parlamentaria, que la paranoia existente sobre el uso de la llingua en el hemiciclo autonómico roza lo patológico, sobre todo de unos años a esta parte, casualmente los que coinciden con el desafío independentista en Cataluña.

Tan desmesurado suena que los 45 diputados de la Junta General del Principado tengan más dificultades para entender un discurso en llingua que en el idioma de Boris Johnson como que se exija traducción simultánea para entender a Berta Piñán, que se compare al presidente del Principado, Adrián Barbón, con Arnaldo Otegi o Carles Puigdemont o que se diga que el asturiano está en peligro de extinción cuando nunca antes ha tenido más apoyos.

Un patrimonio cultural como es el asturiano, la llingua o el bable (a gusto del lector) ha de ser preservado como establece su ley de uso y promoción desde hace 21 años. Todo lo demás sobra, empezando por la politización interesada de unos y otros: la cooficialidad, hoy por hoy, no cuenta con el apoyo político que exige la reforma del Estatuto de Autonomía. Puestos a exigir el literal cumplimiento del reglamento de la Junta, los diputados bien podrían haber empezado por ser más rigurosos con el requerimiento de que los grupos tuviesen al menos tres diputados: nos hubieran salido menos costosas las disquisiciones de sus señorías, con más o menos lenguas de fuego sobre sus cabezas. Que entenderse ya es otro cantar en la Junta más fragmentada de su historia.

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