Susana Díaz no tiene nada que temer de Pedro Sánchez, al menos mientras la necesite para hacer tragar al sector castizo del PSOE la difícil píldora de una previsible negociación en Catalunya. Pero para sobrevivir a largo plazo debería ir preparando una explicación de su versión de los ERE. Es complicado y puede perjudicar la defensa ante el Supremo, pero si de veras piensa en su futuro político no se debería limitar a aguantar el chaparrón con gesto abatido pidiendo perdón retórico. La chapuza legal en el diseño y gestión de los ERE es una cosa, la aplicación de los fondos (a destinos que en la mayoría de los casos estarían justificados) es otra y los deleznables chanchullos a ras de suelo aprovechando la falta de controles otra, penalmente la más clara. Si no logra que se distingan acabará devorada lentamente, como heredera, en el termitero de una atroz demagogia.
