"Asturias Diario", lecciones de un fracaso

La falta de planificación empresarial aún sigue siendo hoy un lastre para los proyectos periodísticos

En diciembre de 1979, hace ahora cuarenta años, y con el respaldo de 1.300 accionistas, salía a la calle el último número del periódico "Asturias Diario Regional", que había visto la luz solo un año antes y que aspiraba a ser una versión local del también recientemente fundado en Madrid diario "El País", es decir, "abiertamente beligerante contra las residuos de la dictadura, contra el terrorismo, contra los abusos de los poderosos, contra la violencia, contra la corrupción, contra los sectarismos ideológicos y abiertamente a favor de la autonomía política de Asturias." Y se iba finalmente a la quiebra a pesar del apoyo público de, entre muchos otros, personajes tan relevantes como el presidente regional, Rafael Fernández; el arzobispo Gabino Díaz Merchán o el entonces consejero de Comercio Francisco Álvarez-Cascos -respaldos que evidenciaban, cuando menos, lo plural de su apuesta informativa-; y de que menos de tres meses antes del cierre había recibido un crédito de 58 millones de pesetas de la Caja de Ahorros de Asturias que debía permitirle continuar. Precisamente, en un editorial del 9 de septiembre de 1979, cuando ya Melchor Fernández Díaz había dado el relevo, en funciones, a Graciano García, su director inicial, la cabecera pedía más tiempo.

Y, en parte, lo tuvo, aunque no el suficiente. ¿Qué fue entonces lo que falló? Falta de planificación empresarial, es lo que han esgrimido quienes lo vivieron entonces. Pero ¿qué significa eso?. Es verdad que los proyectos periodísticos han adolecido muchas veces a lo largo de la historia de falta de eso que se ha dado en denominar visión empresarial, algo que ahora llamamos planificación estratégica. En los siete años que llevo investigando y publicando sobre Empresa Informativa pero, sobre todo, en mis clases de esta materia, lo que más llama la atención a los alumnos es la importancia otorgada a la búsqueda de beneficios. Predomina, por lo tanto, todavía la dimensión romántica de la profesión, también imprescindible, por supuesto.

En mis clases en la Carlos III, por ejemplo, los alumnos a menudo fallaban en sus proyectos a la hora de fijar los salarios, o eran demasiado bajos o, directamente, ¡no los habían contemplado!

También erraban a la hora de determinar el poder adquisitivo o, peor, la disposición a la compra del público destinatario o, directamente, confundían la misión y la visión. Costaba, en definitiva, imponer la idea planificación estratégica. Recientemente, estando en la Complutense en el tribunal de una tesis sobre los cambios en la prensa escrita como consecuencia de la digitalización, numerosos testimonios recogidos en sus páginas disociaban lo periodístico de lo empresarial como si -¡aún hoy en día!- pudiesen ser dos magnitudes separables. Por eso resultan tan interesantes estos casos de fracaso empresarial de la época analógica, más si cabe que los de éxito, especialmente en estos tiempos en que los medios deben ir experimentando cada día maneras nuevas de sostenerse.

La situación cuando sale "Asturias Diario" era muy similar, y de ahí su enorme interés para la investigación académica, a la que actualmente ha propiciado el paradigma digital: multiplicación de la oferta (nada menos que siete diarios competían entonces en un radio de 30 kilómetros cuadrados), cambio tecnológico y crisis económica. Con la redacción central en el Polígono de Silvota de Llanera y delegaciones después en Gijón y Avilés, salió el 5 de diciembre de 1978 -el día antes de que se aprobase la Constitución- con 50.000 ejemplares, que, al precio de 15 pesetas cada uno, se agotaron el primer día, para estabilizarse después de unos meses en una tirada de en torno a los 15.000. Así pues, los lectores no fallaron. Pero ¿quiénes eran los lectores? ¿Qué querían? ¿Pudieron hacer más? Imposible saberlo. Algo que ahora el paradigma digital sí permite. Y es esa la ventana de oportunidad del momento.

Ahora los proyectos exitosos, los que centran la investigación en el mundo académico, son más pequeños, pensados para ir de menos a más, siempre en función de cómo vayan respirando los lectores. A lo que entonces se aspiraba era a que hubiera una gran inversión detrás, en forma de capital propio o de aportaciones publicitarias. Los lectores no eran mucho más que quienes leían, aquellos a quienes se debían los periodistas. Si había un cierto capital procedente de la sociedad civil detrás lo era solo de un grupo de patrocinadores iniciales, notables que, en el mejor de los casos, se desentendían del periódico una vez hecha la contribución y, en el peor, utilizaban su contribución para maniobrar en su propio interés. Todas estas formas conviven aún hoy en día, pero por lo que se inclinan los actuales modelos de negocio es por la de los lectores rasos, los que verdaderamente aspiran a consumir el producto informativo, algo que no fue posible entonces.

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