Xuan Xosé Sánchez Vicente

Soledades

De los diferentes tipos de aislamiento personal y lo que comporta cada uno

Abundan en los últimos tiempos noticias sobre personas que mueren solas. Con más precisión, sobre cadáveres de personas que vivían solas y que se descubren mucho tiempo después por el olor que de sus cuerpos emana. Recientemente, ha aparecido en Xixón el de un viudo relativamente reciente que había abandonado su piso y que había ido a vivir a un trastero, ignoro si por razones económicas o por no poder soportar la soledad en su hogar.

Siempre pienso en el profundo dolor de ausencia de esas personas, su permanente señardá, su vivir más en el tiempo pasado que en el presente. Porque su soledad no es aquella voluntaria y orgullosa de Lope de Vega en aquel "De mis soledades voy, a mis soledades vengo, porque para estar conmigo me bastan mis pensamientos". No, es la soledad de la persona amputada y del tiempo suspendido.

Porque el estado de aislamiento es un estado indubitablemente insatisfactorio para el ser humano. Con una fábula lo expresa ya el Génesis, cuando Dios afirma que "no es bueno que el hombre esté solo".

Soledad distinta es la que han elegido en los últimos días dos diputadas de ámbitos dispares, Ana Oramas, de Coalición Canaria, y Ana Coto, de Ciudadanos. Han votado lo contrario a lo decidido por sus partidos, por convencimiento y coherencia con su palabra; la segunda, además, ha dimitido. Aunque tengo reticencias hacia quien vote distinto a lo que su organización decide, he que reconocer que en ambos casos las dos no obtienen beneficio de ello y sí, únicamente, aislamiento y reproche de los suyos, aunque tal vez aplauso de otros.

En todo caso, no son ninguna de estas dos soledades las que habrá pasado cualquiera de esas personas a que al principio me refería o las que estarán pasando hoy muchas otras cuyo final seguramente no será el mismo, pero cuya agonía mientras vivan sí lo será.

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