Recibo con inmensa emoción la noticia de la muerte de Plácido Arango, mexicano y español, asturiano de corazón. Fueron muchos los años de sueños compartidos, especialmente cuando él era presidente de la Fundación Príncipe de Asturias y yo tuve el honor de ser su director.

La Fundación ayudó entonces, como sigue haciendo ahora con el nombre de Princesa de Asturias, a hacer un mundo más habitable, a subrayar la excelencia.

La excelencia, en el arte y en la vida, fue siempre la meta de Plácido Arango. No solo reunió una de las mejores colecciones de arte, sino que la puso a disposición de todos con inagotable generosidad, enriqueciendo el Museo del Prado y también el Museo de Bellas Artes de Asturias.

Empresario ejemplar, Plácido Arango demostró que crear riqueza no es un fin en sí mismo, que acumular por acumular no sirve de nada, que solo nos hace grandes el esfuerzo por mejorar la sociedad.

Fue generoso, fiel a la amistad, y con un gran sentido del humor, muy astur.

Teníamos pendiente un almuerzo en Oviedo.

Siento en el alma que se haya ido. Contaba con su apoyo para engrandecer mi proyecto Asturias, Capital Mundial de la Poesía.

Estoy muy triste.