Lo que es la vida del hombre lo define muy bien nuestro poeta Jorge Manrique en aquel verso suyo que comienza así: "Nuestras vidas son los ríos que van a dar al mar, que es el morir?". Contundente y poética demostración de nuestro fin de la andadura humana, que hacemos tan deshumanizada por falta de convivencia y solidaridad. Esto viene a cuento porque hace ahora un año que el río de su vida se llevó al mar eterno a una gran mujer, a Ella. Fue todo súbito, inesperado, desgarrador para los suyos. Marido y cuatro hijos muy queridos, fruto de un feliz matrimonio que tuvo una vigencia de 70 años, y un no menos feliz noviazgo de 7. Toda una vida, capeando con amor, un gran amor, los fuertes temporales de la vida, con sus luces y sus sombras. Pero todo superado felizmente porque además de ese gran amor Ella era diferente, eso: una gran mujer, con clase y todo un compendio de bondad.

Que cambió por completo la vida desnortada del que sería su marido, superviviente de una guerra fratricida, a la que había sido llevado, como tantos otros muchachos, en una recién estrenada juventud que destrozada quedó en aquella guerra cainita, y con ella un futuro ilusionado y prometedor. Y cuando el superviviente de aquella tragedia se encontraba más desnortado, sin rumbo y sin norte, providencialmente aparece Ella en su vida, que cambia por completo. Fue algo así como pasar de una noche negra y tenebrosa a un día espléndido y luminoso. Bueno, en realidad la vida de él no podía ser más negra y tenebrosa hasta que conoció a Ella, de manera tan sorprendente e inesperada, providencial, sí, porque estaba escrito y dispuesto así por quien mueve los hilos de nuestra existencia aquí, en el gran teatro de la vida. En el que cada uno de nosotros tenemos asignado un papel y representación, que se puede interpretar bien o mal, positiva o negativamente, según sea la condición humana de cada uno. La representación de Ella no ha podido ser mejor y más ejemplar en todos los sentidos hasta que el telón se bajó para Ella.

Un año hace ahora del final de aquella ejemplar representación de Ella, tan recordada. La representación de él, por ahora, sigue en el gran teatro de la vida, pero sumido en una soledad triste y dolorosa, en un vivir sin vivir al faltarle Ella.