La hora de la flexibilidad

Una nueva situación a la que debe adaptarse el colectivo de abogados

Se está cocinando un plan de choque para la administración de justicia. Cuando llegue ese deseado "día después" y los tribunales reanuden su actividad ordinaria, ¿cómo evitar que los procedimientos se alarguen aún más? Cuando cese la suspensión de las actuaciones judiciales y de los plazos procesales, ¿qué medidas podrían agilizar esa labor siempre ardua (y noble) que consiste en dar a cada uno lo suyo?

"Justicia tardía, justicia denegada", suele repetirse, y es una gran verdad. Ahora bien, ¿puede decirse acaso que la celeridad (o, peor, la prisa) sea garantía de una solución justa? Cuando se habla de "justicia exprés", resulta -oh, paradoja- que lo sustancial es el adjetivo y que la esencia se convierte en mero accidente. "Hágase justicia rápido, aunque perezca el mundo"; ese parece ser, para algunos, el lema que iluminará nuestro futuro.

Uno de los borradores de ese plan de choque (486 páginas de apasionante lectura) ya ha sido duramente contestado por gran parte de los operadores jurídicos. Se critica que, al socaire de la crisis sanitaria y económica, desaparezcan o se atenúen el derecho de defensa y la tutela judicial efectiva. Veremos en qué queda la cosa. Haga bien su trabajo el legislador.

Y los que no legislamos, ¿qué podremos hacer? En particular, ¿qué papel podríamos desempeñar los abogados en los próximos meses? En "C'est la vie", esa descacharrante comedia francesa (un consejo de amigo: véala estos días), el protagonista tiene una consigna: "Nos tranquilizamos y nos adaptamos". Así se enfrenta a situaciones enrevesadas y sin solución aparente. Y sale airoso (perdón por el spoiler). Pues los abogados, igual, tres cuartos de lo mismo. Nos tranquilizamos y nos adaptamos. Es más: tranquilizamos y adaptamos.

Si sabemos hacerlo, podríamos tranquilizar al ánimo atribulado de quien nos consulta. Se cuenta que Felipe II serenaba con sencillez a quienes comparecían ante él para pedir justicia. Lo primero que les decía era: "Sosegaos". Pues eso. En lo posible, tratemos de infundir sosiego.

No se trata solo de que las pretensiones de un litigante encajen en la ley, sino de que, con genuina inteligencia, esas pretensiones vayan a tener resultado práctico, tangible, efectivo. ¿De qué sirve una reclamación eterna contra quien es y será siempre insolvente? Hay pleitos que se inician solo por orgullo, y sentencias que solo sirven para lucir en la pared. Quizá sea porque en su momento faltó esa "tranquilidad activa" que exigen las cosas de la justicia y del derecho.

Se me dirá que todo eso -tranquilizar y adaptar- ya procuran hacerlo los abogados. Es cierto. Pero ahora las nuevas circunstancias nos exigirán más: otros hábitos profesionales, una actitud más dúctil, una creatividad nueva que permita construir puentes. Ha llegado la hora de la flexibilidad. Ya no valen las excusas.

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