Al señor Juan Cofiño, vicepresidente del Gobierno del Principado de Asturias, y a la señora Carmen Suárez, consejera de Educación del Gobierno del Principado de Asturias.

Mediante estas líneas muestro mi indignación con la posición del Gobierno por la distribución del fondo para la educación ante la situación excepcional que vivimos. Al parecer, los trabajadores de la enseñanza concertada tenemos la suerte (o desgracia) de trabajar en centros con alumnos de alta condición social; la aristocracia obrera al servicio de la clase dominante, lo que nos hace merecer menos derechos. Ofende escuchar al señor Cofiño liquidar el tema con obviedades tipo "los recursos son limitados, son para la enseñanza pública", para concluir su reflexión con un deseo, un sueño, una llamada al buenismo empresarial: "La concertada deberá hacer un esfuerzo", obviando que el esfuerzo recaerá, en su caso, en trabajadores que, parece ser, pagan así su sometimiento a los intereses de la clase dominante. Defiendo, con otros trabajadores también de esta red, el derecho a planificar de la Administración lo que presupone la existencia de alumnos vulnerables -también- en centros concertados, frente a la supuesta libertad de elección de centro que facilita las diferencias.

Toda una declaración intelectual del ilustre orador que reduce la condición de izquierdas al tópico de selección y exclusión. No defiendo empresa alguna, pero quiero decirle al señor Cofiño que en la enseñanza concertada, como en otras empresas privadas -a menudo consagradas por gobiernos de sus mismas siglas-, abundan trabajadores en condiciones precarias. Quizás el origen pío de muchas empresas educativas le haga creer angelicalmente que el empresario sacará dinero de la chistera para los desdobles decididos por quien legisla para todos, pero reparte según prejuicios particulares. Lo razonable es que la ayuda llegue a quien la necesite, familias y niños vulnerables, más allá de donde esté matriculado; decidir -en asunto de ayudas- a favor de una red, presupone una división social alejada de la realidad; ni todos en la pública tienen necesidad, ni todos en la concertada nadan en la abundancia más allá del tópico que toma la parte por el todo y confunde el botón con la muestra.

Su posición abre tres posibilidades: o bien los centros ignoran la decisión del Gobierno (sería grave) y actúan al margen de la ley, o bien el trabajador ampliará su jornada laboral o bien se invita a las empresas, mientras se mira a otro lado, a fraude para financiar la contratación implícita en los desdobles. No hace falta -le imagino enterado- recordar las condiciones laborales de esta red en relación a los compañeros de la pública y que, a este paso, la equiparación -principio básico de "a igual trabajo, igual salario"- llegará en décadas. En fin, tema secundario para un gobierno preocupado por los trabajadores salvo aquellos que no lo merecen por su servilismo a la clase dominante; quizá trabajar en la red concertada nos haga merecer ese trato al reflejar el puesto de trabajo la opción ideológica del currante; en fin.

Señor Cofiño, si las empresas no cumplen las condiciones del concierto, denuncien y, llegado el caso, suspéndanlo, pero eviten reservar este ámbito para la cuota de discurso progre silenciado en otros sectores. Si creen que los conciertos no tienen sentido, échenle valor, pero dejen de usar a familias y trabajadores como cauce de blanqueo ideológico y abandonen el tópico simplista. Los trabajadores ya lo tenemos duro con los empresarios como para añadir indiferencia por parte de un Gobierno que se dice de izquierdas. Sabemos que los recursos son limitados; de ahí la dificultad de gobernar y la consideración de buen político como quien sabe combinar escasez con necesidades reales y justicia compensatoria; por eso desde una posición sindical de izquierdas, creo que la justicia social supone aportar recursos al necesitado, porque los derechos son individuales, no se regalan y, en ningún caso, deben distribuirse según adscripción a una institución o red, en este caso. El discurso reiterado, a juzgar por su insistencia, debe resultar rentable, se compra fácilmente, pero dista de ser real y de principios equitativos. No dé lecciones, mejor estudie.