Estas líneas pretenden ser una ofrenda al amor. Un homenaje a Charo y a Tino, a los que mantienen vivo el fuego de la casa, a los eternos enamorados, a los amantes abnegados. Los que conocemos a la pareja sabemos que, por encima de cualquier otra cosa, eran todo eso y más: compañeros, cómplices, peregrinos, viajeros, inquietos, artistas, lectores, pacientes, enfermeros. Padres y abuelos. Enamorados. Amigos.

Charo era sincera, muy sincera, la conciencia de un político que ya de por sí vino de fábrica con un alto contenido en sensibilidad social. Y decía lo que pensaba, gustara más o gustara menos. A nosotros nos gustaba.

Era incansable lectora. Acompañaba a Tino en las redes sociales. Cogía el teléfono cuando él iba al volante. Tenía un magnífico sentido del humor. Le gustaba ir al teatro, disfrutar del arte medieval. Escaparse a pazos de piedra, a pueblos del Camino de Santiago, tomar el café los viernes con las amigas. Le gustaban los colores alegres.

Se sabía muy amada. Por ese amor que completa, alegra, restaura, que se entrega generoso con el único propósito de recibir amor a cambio. Y Tino es ese amante con dedicación exclusiva a Charo, que encontraba el modo de multiplicar el tiempo para no restar un ápice de eficacia en su dedicación a la política. A esa política en mayúsculas que hacen los concejales dedicados a mejorar la vida de sus vecinos.

El Partido Popular de Avilés quiere honrar hoy a Charo porque la política exige mucha entrega si se hace bien. Y Tino es de los mejores. Agradecerle esas horas de espera a las puertas de los museos cuando llamábamos a su marido en vacaciones, por comprender que, aunque estuviera en el hospital, resultaba imprescindible hablar con Tino. Por haberlo compartido con nosotros a cualquier hora, en laborables y en festivos. Por esas horas intempestivas en las que suena el teléfono. Por tantas cosas que quedan entre nosotros.

Charo era sobretodo la compañera de un político con alma. Un alma grande que sabemos que, en gran medida, llena ella.