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Vita brevis

Rápido, rápido

La velocidad vertiginosa a la que pasan los acontecimientos de un tiempo a esta parte

Hace ya una larga temporada que se asoma esta columnilla por las páginas del periódico cada semana. Solo se disculpa de su presencia en tiempos en que el escribidor se toma unas merecidas vacaciones o en otras y escasas ocasiones de difícil previsión. Desde sus inicios mantiene el título de este espacio.

Fue con la primera vez en que se publicó cuando decidí cómo titularla. Pudiera pensarse que el título de esta columna refleja una visión pesimista de la vida. Pero es justamente lo contrario.

La cosa viene del "Gaudeamus igitur", que es el himno universitario universal. Actualmente se sigue entonando en todos los actos oficiales de prácticamente todas las universidades, cuando los profesores visten sus togas con los birretes y mucetas de los colores propios de cada facultad. No obstante y según se observa son pocos los estudiantes que actualmente conocen su letra en latines y saben cantarlo. En él se invita a los jóvenes a gozar, puesto que, después de una jocosa juventud y una molesta vejez, nos poseerá la tierra.

La letra de este vetusto himno es de un realismo materialista bien sesudo, pues en una de sus estrofas dice: "Vita nostra brevis est, / brevi finietur. / Venit mors velociter, / rapit nos atrociter, / nemini parcetur". Traducido al román paladino viene a ser que nuestra vida es breve, que en breve se acaba; pues viene la muerte velozmente, nos atrapa ferozmente, y no queda nadie. De aquí la ocurrencia del título de la columna. Pero las siguientes estrofas son un canto alegre al alma mater, a los estudiantes, a los profesores, a las mujeres hermosas, al vino y a la vida en general.

Podríamos decir que era coherente esa percepción de la brevedad de la vida en aquellas épocas pasadas, cuando el común de las gentes vivían la mitad o, como mucho, dos tercios de lo que ahora se disfruta. Si actualmente vemos una esquela en la que se anuncia la muerte de una persona de unos cincuenta años, el comentario general es la sorpresa y la condolencia por alguien aún tan joven. No hace tanto esa misma persona habría muerto ya en la vejez y, por ello, a nadie hubiera extrañado.

Pero, curiosamente, siendo la vida en general más breve, antiguamente todo sucedía de forma mucho más lenta. Los que partían de Asturias a la guerra de Granada tardaban más de un mes en llegar al frente. De Avilés hasta Oviedo, siendo andariego o a uña de caballo, se llegaba en un día como pronto. Con semejante lentitud circulaban las noticias, pues éstas se conocían por los transeúntes o por los correos y los propios que viajaban de posta a posta. Hoy pensaríamos que todo se percibía a cámara lenta, como que a Pipino el Breve, hijo de Carlos Martel y padre de Carlomagno, se le puso ese apodo porque sólo estuvo quince años como rey de los Francos. Ya ven, ahora pocos lo superan o lo igualan, salvo Vladimir Putin, que ya nos parece eterno.

Con los avances tecnológicos la vida de las personas se ha ido dilatando, a la par que los tiempos de los viajes y las noticias se fueron estrechando. Pero no sólo los viajes y las noticias, sino que los propios acontecimientos de la vida no duran ni una siesta. A los pocos días, si no al día siguiente, las cosas son ya viejas y están olvidadas.

Últimamente hemos tenido unos magníficos ejemplos de la vertiginosidad de los acontecimientos. De las trompetas que anunciaban la guerra en Corea hemos pasado a los grandes besos y abrazos entre la melena leonina de Trump y el pelo de pincho rechoncho de Kim Jong Un, nieto del líder eterno. Sin salir de casa y en un pispás, hemos asistido a una mayoría parlamentaria que aprobaba los Presupuestos a otra que expulsaba al Gobierno con una moción de censura. De esta salió un nuevo Gabinete con un ministro estrella, Màxim Huerta, que duró menos de una semana en el cargo. Rápido.

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