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Crítica / Arte

Politizar la existencia

Mantenerse en pie, incluso sin palabras, cuando la noche se instala en nuestras vidas y la sombra lo cubre todo, el cuerpo y sus alrededores, la vida cotidiana, mantenerse en pie aunque no haya días, aunque todo lo abrase la oscuridad, aunque se tema que ese dolor desaparezca porque ya no quedará nada, el temor a un vacío sin grito, y "explicar -escribe Santiago López Petit en 'Hijos de la noche'- que la noche esté en mí y me devora incansablemente es lo más político que en estos momentos puedo hacer", al saber que no encajamos, que este mundo no es para nosotros, que somos aquellos que definía Lenin como chusma. Para el capitalismo existimos como unidades de producción y consumo, y el enfermo, el fatigado de vivir, el que soporta una noche perpetua, como le ocurre a Jaime Rodríguez (Oviedo, 1968), se convierte en un inadecuado, un inútil para el mercado, una carga para la sociedad. Y la única respuesta que ha encontrado el artista es trasladar ese cansancio, esas descargas de muerte, ese sufrimiento, a sus diarios, un desplazamiento visual desde la tragedia a la resistencia.

En "Diario intimo" (Galería Vértice, 2004) un relato surgido a raíz de la muerte de su padre, compuesto por treinta y tres piezas, se entremezclaban imágenes y textos sobre tela, un ejercicio terapéutico para evitar la emergencia, el colapso, desplegando un potencial iconográfico para cicatrizar la herida. Regresa con un "Diario de nadie", cuando han transcurrido catorce años desde aquella tristeza, regresa como repetición, al igual que entonces, dejando fuera todos las afueras, pero con la diferencia de que la asfixia no es la misma, ni el desgarramiento, ni la recaída, ni el malestar. Ahora hay un libro en el que dibuja incansablemente los días, dibuja los abrazos, los cuerpos, las aguas, las desesperaciones, lo surreal, el sexo, la rabia, la ausencia, la sombra, dibuja los ritos de la transgresión, el temor a la soledad, la ausencia y la esperanza que nos dan los desesperanzados. No hay nada romántico en este diario, no hay melancolía, no hay nihilismo, es una reafirmación en lo inadecuado, es una aserción en la anomalía.

El libro realizado entre 2017 y 2018, puede considerarse una matriz, un generador de nuevas composiciones y animaciones. Sobre papel artesanal o en pantalla Jaime Rodríguez propone una salida estética, una poética del grafito o la animación digital, bordados en hilo rojo, animadas masturbaciones, el cuerpo fragmentado, perdido su centro de gravedad o acurrucado en el desconsuelo, un hombre con cabeza de cerdo, la risa del loco, la comida, la sumisión, lo negro, la paralización del tiempo, el glande. En realidad todo expresa una realidad conflictiva como reflejan algunos de los títulos de sus obras, desde los tentáculos del poder a la dictadura médica, desde la compasión y protesta hasta la idealización de la realidad. Puede entenderse como un intento de politizar la existencia, "sabotear la vida con la propia vida", negarse a regresar a la normalidad, rebelarse ante cualquier imposición, seguir enfermos de tristeza, fugitivos de la sociedad, al igual que aquellos maquis que nunca se adaptaron a la larga noche de la dictadura militar, y escondidos, desesperados, sabiéndose muertos, mantuvieron viva la luz de la rebelión.

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