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Concejal de Somos

Siembre usted mañana

Sobre la adjudicación de los huertos urbanos

Cuenta Mariano José de Larra en su relato "Vuelva usted mañana" la historia de un francés que se presentó en su casa para que le ayudase a realizar unas gestiones administrativas que, creía, le iban a tener ocupado en Madrid no más de 15 días. Cuando Larra escuchó el detalle de sus planes reprimió una carcajada y sonriente convidó al francés a comer para el día en que cumpliese 15 meses de estancia en España. No dio crédito a estas palabras el visitante y, al día siguiente, se dispuso a la tarea. El incauto francés cansó de escuchar "vuelva usted mañana" cada vez que acudía a realizar algún trámite y, al cabo de seis meses, volvió cansado a su tierra maldiciendo esta otra y sin haber conseguido su objetivo.

Y hablando de tierras y de paciencias, unos jubilados y unas jubiladas que cultivaban unos huertos municipales en La Luz, quisieron renovar el permiso que tenían para seguir entretenidos en esta faena. A primeros de diciembre, rellenaron los papeles que el Ayuntamiento exige para que el proceso sea trasparente y se pueda repartir con justicia un bien escaso. Para 15 días pensaron que sería la cosa, como el francés que visitó a Larra.

Pero llegó el mes de junio y la huerta sin palotear. Y debe ser que nadie en el gobierno local conoce los ritmos de la naturaleza porque ya vamos tarde y si esto se retrasa un poco más pues entonces ya sólo quedará plantar berzas y nabos. "Siembre usted mañana", así funciona este asunto. Pero, a pesar de los años, sobra la energía así que dijeron que ya basta, que se indignan cada vez que pasan por las huertas y ven ortigas crecer en lugar de lechugas, pimientos y tomates. Entraron y tomaron la huerta como todas las semanas la marea pensionista toma las calles y toma las plazas. Pensaron que, a veces, más vale pedir perdón que pedir permiso y, al grito de "la tierra para el que la trabaja", se pusieron a ello. Después del puñetazo en la mesa a lo mejor hay algún concejal que ahora se espabila un poco y piensa, "a ver mañana".

¿Tendría razón y seguirá teniéndola, aún después de 200 años, el pobre Larra que por pereza no quiso ni esperar a la muerte? Dejemos esta cuestión para otro día, porque yo ya cansé de escribir y seguramente usted de leer. Por hoy basta, veremos mañana.

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