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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

El mecanismo de las flores

Carmelo Gómez y Ana Torrent componen una tragedia poética sobre la soledad y la tristeza

"Todas noches de un día" tiene mucho de "La señorita Julia", pero el peso literario es más profundo: Sylvia Plath, Harold Pinter, Federico García Lorca, Pedro Salinas y, sobre todo, Alberto Conejero. Conejero es un escritor dramático de pericia, en construcción. Se llevó el premio "Max" por "La piedra oscura": una última noche más, como las noches del título que se representó antes de anoche en el teatro Palacio Valdés. La historia de las soledades, del apartamiento, del mundo contemplado tras la monotonía del mecanismo de las plantas. En "Todas las noches de un día" pesa el texto y si no pesa más es porque Carmelo Gómez pone ligereza en palabras que parecen haber salido de "La voz a ti debida". Que no se ha escrito nada mejor sobre el amor desde que Salinas dijo aquello de "quiero sacar de ti tu mejor tú".

La fábula -la sinopsis, si no fuéramos aristotélicos- es un interrogatorio tras una desaparición; una confesión de quince años perdidos en casa de la señora pendona, de la mujer que elige a los hombres por lo lejos que terminan yéndose... Y todo, para congoja de "un hombre simple", un hombre perfecta y fieramente enamorado.

El montaje cuenta con la dirección de Luis Luque, que ya es un imprescindible de la escena avilesina (recientemente estuvo aquí con "La cantante calva" y con "Oleanna": una astracanada y un drama social). Y ahora una angustioso lamento de tristeza compuesto a base de cuadros cortos. Y uno echó de menos que las transiciones entre ellos hubieran sido más rápidas que, aunque la obra está muy lejos del realismo, la necesidad de seguir pegado al relato de Samuel (Gómez) es grande. Todo lo contrario sucede cuando Torrent y Gómez dialogan en espacios temporales y físicos distintos, pero ambos pegados, muy pegados. "Todas las noches de un día" es una obra triste, un lamento de muerte y destrucción... que merece un recorrido largo. La muerte florece siempre entre las flores.

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