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Doctor en Ciencias Teológicas

La asunción de la Señora del Apocalipsis

Las señas de identidad católicas de la celebración del 15 de agosto

Tal día como ayer, 15 de agosto, en plena canícula, celebra la iglesia católica una fiesta solemnísima y muy popular; no hay pueblo en España que no celebre la Asunción de Nuestra Señora -en cuerpo y alma- al cielo, dogma mariano definido por el gran Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950, por lo que se declara que la siempre Virgen María, Inmaculada Madre de Dios, cumplido el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

Muchas iglesias y catedrales que tienen como patrona a Nuestra Señora de la Asunción guardan entre sus obras de arte representaciones de este misterio, como la parroquia madre de San Nicolás de Avilés, donde se puede contemplar la vidriera magnífica que en el presbiterio preside el templo. En la liturgia de este día ocupa un lugar muy especial el libro del Apocalipsis, verdadera vivero para el cine catastrofista "made in Hollywood", que todo lo destroza en función de la ganancia crematística hasta el paroxismo y la irreverencia.

Encontramos en este libro revelado y de muy difícil interpretación un texto en el que parece una mujer excepcional, María Santísima, vestida de sol, con la luna bajo sus pies, coronada con doce estrellas en las que se inspirado la bandera azul de la Unión Europea. La mujer está próxima a dar a luz y la amenaza un enorme dragón rojo que está dispuesto, en cuanto nazca, a tragarse al Niño mientras la mujer huye al lugar destinado por Dios para ella.

En este texto se retoma la gran maldición bíblica en que la mujer y su linaje aplastará la cabeza del infernal dragón. Esto es lo que el gran San Agustín, patrono de Avilés de próxima conmemoración, desarrolló en su Teología de la Historia, la Ciudad de Dios. Las fuerzas del mal, representada por el dragón rojo e infernal, intentan aniquilar, destruir y asolar cualquier referencia a Jesucristo y a la iglesia católica por él fundada. El gran drama del catolicismo convencional es haberse dejado arrebatar sus señas de identidad genuinas, como son las grandes fiestas patronales que solo tienen sentido en función a sus raíces católicas.

Esta fiesta de la Madre del Cordero que quita el pecado del mundo no puede ser sustituida por un sucedáneo pagano en el que todo es ruido, actividad continua y fuegos colorados. La Asunción de María es un grito de esperanza en el que la muerte y la nada no tienen la última palabra como proclaman los nuevos corifeos postmodernos del viejo y caduco existencialismo.

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