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Vita brevis

Verano en tránsito

Reflexiones sobre el Estado de bienestar y el trasiego vacacional

Son multitudes las que se desplazan de su habitual domicilio a otros lugares durante las vacaciones veraniegas. Visto desde cierta altura se diría que salen de los hormigueros sus inmensas colonias en busca de alimentos y pertrechos, formando kilométricas hileras. Así se asemejan las carreteras que irradian desde las poblaciones y, especialmente, desde las grandes ciudades, pobladas de filas de vehículos sin solución de continuidad.

Con las vacaciones veraniegas se excita en los humanos civilizados una pulsión por transitar, como ocurre con las grandes manadas de ñúes, que emigran por los parques naturales africanos del Serengueti y del Ngorongoro, en busca de praderías frescas donde pastar, cursando peligrosos ríos y desafiando todo tipo de depredadores al acecho. Nada detiene a su instinto trashumante, que es comprensible en esos grandes herbívoros del África subsahariana porque andan en busca de pasto del que comer y rumiar, pero que no se explica tan fácilmente en la especie humana, que por natural es omnívora y la causa de su éxodo vacacional no es la escasez de comida en su lugar habitual de asentamiento.

El Estado del Bienestar, a pesar de lo que no pocos piensan erróneamente, es un invento de la derecha europea para contentar a las masas y que, de ese modo, no se pusieran levantiscas, que mire usted el disgusto que pasaron con lo que ocurrió en Rusia en el año 1917. Ya ven, el régimen de los sóviets sucumbió antes de que transcurriera un siglo. Una buena parte de ese fracaso se debió a las bondades de los países capitalistas con sus vacaciones pagadas y los trasiegos veraniegos de sus trabajadores, que así se solazaban.

La trashumancia veraniega se ha convertido en un fenómeno general y podría decirse que ha venido a ser una obligación. Las gentes van y vienen, de un lado a otro, al buen tuntún. Las razones de este trasiego vacacional son bastante absurdas por lo general, ya que el destino más común es llegar a una playa, que es algo difícilmente comprensible. Gentes más primitivas y, por aprieto de la hambruna, más sabias hacen el camino inverso, ya que se trasladan de los rigores del desierto sahariano a las costas de la Europa opulenta para mejorar su vida en sus benignas tierras, cuanto más al Note mejor, aunque allí lleguen a ser tenebrosos sus inviernos. Aquí, por el contrario y al revés, las gentes se mudan en sus vacaciones desde las confortables ciudades a las playas, que no dejan de ser unos cachos de desierto de arena, sucios y carentes del encanto de los arenales africanos o asiáticos, donde el horizonte es infinito, donde los espejismos difuminan poéticamente la naturaleza y donde se padece un sol aplastante e invisible hasta el ocaso, que es el momento en que muestra su círculo inmenso teñido de naranja intenso y que ocupa mágicamente cuanto se vislumbra.

Hay también un gran número que transitan a tierras más lejanas, por lo que no pueden usar sus vehículos para ello. Son los sufridos viajeros de esos autobuses que vuelan, donde los pasajeros se arranchan en butacas estrechas en las que no hay manera de revolverse. Gracias a esos artilugios voladores pueden surcar tierras y mares, recorriendo grandes distancias en tiempos antiguamente impensables. Podría decirse que se llega a aquí o a allá en un pispás y, aunque los asientos no sean el sillón de casa, el viaje suele hacerse ameno porque todo empieza con unos aspavientos que hacen los auxiliares de vuelo para enseñarnos lo que hay que hacer por si nos estrellamos que, bien mirado, es cosa más que cómica. Luego suelen servir algún refrigerio de plástico y nos permiten comprar cualquier cosa de las que llevan en un carrillo de feria, de las que no nos dejan llevar en el avión desde casa. Si el viaje es largo, podemos ver alguna película en pantalla diminuta y tal vez tengamos la suerte de que nos diga unas palabras el comandante, que es como se llama en fino al chofer del aeroplano.

Muy raro ha de ser quien no viaje en vacaciones veraniegas. Al psicólogo derecho.

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