La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Desconectar de todo

Las dificultades para hacer un paréntesis en verano sin salir de Avilés

Hay quien asegura que el quince de agosto se acaba el verano. Otros van más allá y apuntan que justo ese día empieza el invierno. No hablan por hablar, aluden a dos viejos refranes que algo de razón tienen, pues lo que conocemos como canícula, la temporada más calurosa del año, abarca del quince de julio al quince de agosto. Pero bueno, aún quedan días para que las terrazas se llenen de gente y el atardecer se prolongue más allá de las nueve. Días para que los nativos, los que veraneamos donde vivimos, apuremos el debate de seguir con la rutina o desconectar de todo como si estuviéramos de vacaciones. Una tentación que siempre está al acecho y pasa por hacerse el loco, no poner la televisión ni la radio, no leer los periódicos y no saludar a los amigos que encontremos por la calle. O sea, una especie de remedio casero para esa enfermedad del agobio que exige un paréntesis temporal que nos aparte del curso de los acontecimientos.

La receta es sencilla, pero desconectar casi resulta imposible. Agobia el remordimiento de si no te estarás perdiendo algo verdaderamente importante. Lo piensas aunque luego compruebes que las noticias se repiten, como en un bucle, y solo son novedad las que acaban siendo mentira. Así es que vuelves a encontrarte con lo de siempre, con otro asesinato machista, el atropello de un ciclista o un nuevo exabrupto de Trump que tiene de original que llama perra y escoria a una de sus colaboradoras en la Casa Blanca.

Con todo, desconectar sería más fácil si no viviéramos en Avilés, donde es imposible encontrar eso que los filósofos llaman un no lugar. Un espacio donde las personas se cruzan o pueden estar unas al lado de otras ignorándose por completo. Aquí no. Aquí cada rincón tiene su encanto y la posibilidad de un encuentro. Sales a pasear por las calles y, aunque no encuentres a ningún conocido, te encuentras con tu infancia y tu juventud reflejada en cada rincón. De modo que no puedes hacer un paréntesis que te abstraiga y te desconecte de la realidad. Es más, tampoco te deja el Ayuntamiento, que acaba de traer al parque del Muelle a dos clásicos del rock de los años ochenta y te devuelve al pasado con Ramoncín y Barón Rojo.

Por si fuera poco, a todas esas dificultades que nos impiden desconectar, hay que añadir el teléfono móvil. Ya sé que podemos apagarlo o ponerlo en modo avión pero no lo hacemos. Eso dice una encuesta que acaba de publicarse. Dice que nueve de cada diez españoles no desconectan ni apagan su móvil durante las vacaciones. Y cada cual alega lo suyo. Unos que lo dejan encendido para mantener el contacto con su círculo personal, otros para que se les pueda localizar en cualquier momento y los más previsores para tenerlo a mano en caso de apuro.

No sabemos vivir sin estar conectados. No desconectamos ni aquí, donde la brisa del mar nos envuelve y la tranquilidad corre por nuestras venas. Pero aún estamos a tiempo. Aunque cuidado, en algunos escaparates ya están anunciando la vuelta al cole. De modo que si aún no lo hemos hecho deberíamos desconectar. Lo digo porque cuántas veces hemos creído que sabíamos vivir y luego ha resultado que ignorábamos lo más sencillo y lo que la vida tiene de bueno.

Compartir el artículo

stats