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Abogado

Destocando birretes

Un análisis sobre la Universidad tras los presuntos fraudes de políticos

El título de esta modesta columnilla se inspira en el "Gaudeamus igitur", que es el himno universitario, escrito en latines y que se canta en las ceremonias solemnes de las universidades de todo el mundo. Una de esas ceremonias suele ser la de inauguración del curso, que andará celebrándose por estos días.

Las viejas universidades organizan la ceremonia de inauguración del curso con gran boato, en su edificio histórico más eminente. De ordinario consiste en la impartición de una lección magistral, pero rodeada de pompa y esplendor. Se inicia con una procesión encabezada por el bedel mayor, al que sigue el rector bajo mazas, los decanos de las diversas facultades y catedráticos y profesores diversos.

Estos ceremoniales son muy coloristas. Van todos ellos revestidos con los hábitos doctorales, que es la toga negra con puntillas blancas en las bocamangas. Pero visten también la muceta sobre los hombros y el birrete con borla y flecos sobre la cabeza, y bajo las puntillas de encaje llevan las puñetas, todo ello con los colores de la facultad correspondiente. Sólo el rector viste la muceta y el birrete completamente negros, que en eso se distingue que es magnífico y excelentísimo, además de por portar el bastón de autoridad con cordón de seda negra trenzada en oro.

La procesión así compuesta se dirige por las piedras añejas de los patios vetustos hasta el paraninfo, el aula magna u otro espacio de dignidad, donde se sientan en forma capitular bajo la presidencia del rector y donde el profesor residente o visitante imparte su lección magistral, tras lo que se declara inaugurado el curso y suena emocionado el himno: "Gaudeamus igitur / iuvenes dum sumus. / Post iucundam iuventutem / post molestam senectutem / nos habebit humus". Alegrémonos puesto que aún somos jóvenes; después de una divertida juventud, después de una molesta vejez, nos tendrá la tierra.

Este curso académico ha comenzado con mal fario, por la sospecha general que se ha cernido sobre las universidades. Las Partidas de Alfonso X el Sabio definían estas instituciones como "el ayuntamiento de maestros et escolares para aprender los saberes". Con los casos que hemos conocido últimamente parece que no es esa su finalidad actual, sino la de ser una fábrica de títulos huecos a disposición de quienes los paguen, mejor si los compran gentes conocidas, porque así se venderán mejor entre el común.

No se puede afirmar que las corruptelas académicas sean una cosa nueva. La universidad hace bastante tiempo que está plagada de grandes vicios. Probablemente el más extendido y común sea el de su endogamia, bien poco disimulada. El acceso al profesorado casi siempre ha estado vinculado a la familia, de tal manera que en las cátedras o departamentos se sucedían los mismos apellidos, como era lógico porque se trataba de queridos hijos, hermanos, sobrinos y demás parentela de su titular, aunque éste fuera en verdad un sabio prominente. Pudiera darse el caso de que accedieran extraños, pero en esos supuestos y a poco que se indagara en seguida se podía saber que era la querida de turno o, al menos, discípulos muy adiestrados en el arte de lamer el culo al profesor, ser su alfombra multiusos o hacer lo que hiciera falta, siempre que tuvieran la virtud de ser auténticos machacas. Pero, como se sabe, el nepotismo es cosa bien antigua, más que la propia universidad, que ya lo utilizó Pisístrato en Atenas, que entregó la mayoría de los cargos públicos a familiares y amigos.

La novedad es que ahora las corrupciones académicas últimamente conocidas son consecuencia de que la universidad se ha convertido en un gran negocio, en una interpretación torcida del "plan Bolonia" y propiciada por él. Así se organizan todo tipo de másteres y doctorados absurdos cuya única finalidad es ingresar unos buenos haberes con las matrículas. Su aportación a los saberes es nula.

Hagan el favor de destocarse los birretes de doctor, con su borla y sus flecos coloridos, porque ya no valen nada, salvo bastante dinero.

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