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Corriente alterna

¿Qué va ser de nosotros?

La situación en Cataluña y la preocupante actitud del Gobierno

Decía Platón, hace nada menos que dos mil cuatrocientos años, que la labor de los ciudadanos que se entregaban al servicio de la política, consistía básicamente en lograr la felicidad y el bienestar de la República y, para ello, el respeto a la ley, la honestidad, la confrontación racional de pareceres y, en suma, el juicio por discusión, recta e imparcialmente tomado, eran los mecanismos básicos para lograr el fin primordial de la acción de gobierno.

Dado el tiempo transcurrido desde la publicación de "La República" de Platón y las realidades que vemos en la actualidad, parece que, o bien nadie ha leído al ilustre filósofo griego, ni en su propia patria ni en el resto del planeta, o si por una casualidad han hojeado sus libros, han hecho caso omiso de sus importantes enseñanzas, pasando a ser una simple figura decorativa que resulta anticuada y ya sin valor positivo alguno.

Lo cierto es que causa dolor, rabia y repulsión el ver cómo se empecinan los políticos catalanes (con el incalificable apoyo de otros partidos nacionales) en deshacer España y, de paso en arruinar a la propia Cataluña con propuestas irracionales y , lo que es peor , delictivas, asegurando que no están dispuestos ni a acatar la ley, establecida legítimamente por la Cortes Españolas ni las sentencias de los tribunales que basadas en ella conculque las torpes, necias y descabelladas ocurrencias del separatismo.

Y lo malo es que ellos están contra todo el mundo: contra Europa, que ya les ha advertido de la imposibilidad de ser aceptados en la Unión Europea, contra las propias Naciones Unidas, que han establecido el derecho de autodeterminación, solamente en los casos de ocupación colonial y contra sus propios ciudadanos discrepantes de tales disparates. También contra las empresas mercantiles que han huido del desorden que se avecina con la actitud irresponsable del nacionalismo catalán.

Pero, sobre todo, indigna el ver como el Estado, o mejor dicho, el Gobierno, admite el delito de incitación al desorden y a la rebelión, disfrazando las torpes palabras del separatismo rampante, como "pura libertad de expresión", para no intervenir con una rectitud contundente contra esa actitud creciente que acabará por arruinarnos a todos.

Si cada ciudadano se tomara las libertades ilícitas que se toman los políticos catalanes, sembrando el odio y la violencia entre todos los españoles, no quiero pensar que sería de esta pobre España que, como decía Bismark, "lleva quinientos años tratando de destruirse sin conseguirlo".

Lo malo es que tanto va el cántaro a la fuente...

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