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Apesta a cloacas

La publicación de unas conversaciones privadas que afectan a la estabilidad del Gobierno

Hace ya muchos años, a un amigo mío lo nombraron Director General de la Policía. Era un tipo estupendo, una excelente persona que no merecía aquel cargo. Lo aceptó sin saber dónde se metía y, poco después, como no tenía con quién desahogarse, lo intentaba conmigo. Había cosas que le abrumaban pero yo le cortaba en seco. No me cuentes nada. Prefiero no saber las intrigas ni qué se cuece en las cloacas.

Allí se cocía de todo y, por supuesto, estaban al tanto de otros cocidos que determinados intereses ponían sobre la mesa para alimento de causas inconfesables. Cocidos que el resto de los mortales desconocíamos y venían a demostrar que el Estado y ciertos poderes fácticos no solo trabajan a plena luz del día, en cómodos despachos y con una estupenda y amable sonrisa, sino que también lo hacen a oscuras y sirviéndose de lo que haga falta para llevar a cabo extorsiones y actos extralegales, que si los conociéramos nos llevaríamos las manos a la cabeza.

Aquel amigo, que ahora tiene 64 años y todavía sigue en política, ocupando un alto cargo en un ministerio, reconocía tiempo después lo acertado de mi postura. Hay cosas que es mejor no saberlas. Cosas que uno sospecha y que si se confirmarán harían que perdiéramos la poca ilusión que nos queda.

Mi sospecha, en este otoño que empieza, es que las fuerzas oscuras han vuelto y cuentan con la inestimable ayuda de quienes les ríen las gracias y se aprovechan de la basura porque les vale cualquier cosa. La prueba es cómo disfrutan con cada inmundicia que sale. Se revuelcan en ella y tratan de sacarle rédito. Todo les vale para poner en un brete al Gobierno. Calumnias, grabaciones que apestan, cocodrilos en las tertulias y trampas que no dejan ni un metro de tierra firme.

Lo que va saliendo apunta a que la orden de abrir las cloacas debió partir de la cárcel de Estremera, pero también pudo gestarse en alguno de esos despachos que huelen a canela fina. Hay alianzas y coincidencias que no imaginamos ni en sueños. Intereses que son coincidentes y se complementan. De modo que quien aparece en las fotos con una gorra a cuadros, y tapándose la cara con una carpeta, debe tener su culpa, pero tampoco descarto que alguien reuniera a los suyos y dijera con voz ofendida: "¿Qué se ha creído este chico? Qué es eso de un nuevo impuesto a los bancos, subir el Impuesto de Sociedades, que las Sicavs coticen por sus beneficios, penalizar las viviendas vacías, grabar las rentas de más de 150.000 euros anuales... No sabe de qué va la vaina. Habrá que enseñarle quienes son aquí los que mandan. Así es que venga, empezar a moverle la silla. Pero, como siempre... Que parezca un accidente".

Y empezaron a salir cosas. Tampoco es la primera vez. Viene de largo eso de que alguien amenace con tirar de la manta o levantar las alfombras. Una amenaza que no se hace con el propósito de informar a la opinión pública sino como aviso a navegantes. Sobre todo, al Gobierno y a los jueces que tienen algo por juzgar entre manos.

Por eso, lo publicado estos días, huele que apesta a chantaje. Un hedor que lo lógico sería que provocara arcadas en las personas que defienden el juego limpio y la democracia.

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