Pocos trayectos ejemplifican tan bien los recortes en el mantenimiento de infraestructuras de los últimos años como la variante de Avilés, una carretera que acostumbra a dar malas noticias por su alta siniestralidad desde que abrió al tráfico. La falta de iluminación en este trayecto altamente transitado es una evidencia para cualquiera que circule de noche por él, a excepción, parece ser, de los técnicos del Ministerio de Fomento, que no encuentran motivos suficientes para volver a encender las bombillas que apagaron los ajustes presupuestarios pese a las quejas políticas y ciudadanas. Pero no sólo eso. Los baches son la norma general en varias zonas y, en otras, los conductores tienen que hacer ejercicios de adivinación para saber dónde están las líneas que delimitan los carriles. En España, vivimos instalados en la petición constante de nuevos equipamientos y no existe una cultura ligada a la conservación. Peligrosa costumbre.