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Diario de a bordo / El irredentismo comarcal (LIV)

Un aldeano (de Castrillón) y el rey de Prusia

La carta que evidencia las verdaderas preocupaciones de los vecinos y su relación con la Real Compañía

La sentencia del Tribunal de lo Contencioso de Madrid de 1892, anulando dos resoluciones judiciales anteriores favorables a Avilés, consumaba la anexión por parte de Castrillón del antiguo y avilesino Coto de Raíces, que englobaba los terrenos situados entre los acantilados de San Martín sobre Salinas hasta el río de las Guardadas. La Real Compañía se lanza entonces al siguiente objetivo, nuevamente contra Avilés y a favor de Castrillón. Se trataba de incorporar al municipio vecino las marismas que se habían desecado en la ría, en la zona de San Juan, para construir la dársena del nuevo puerto y la estación de ferrocarril. La situación estaba al rojo vivo y la prensa recogía las escaramuzas que continuamente se producían. Una crónica local el día 15 de julio de 1894, informaba de lo siguiente:

"La cuestión entre el municipio avilesino y el de Castrillón sobre el deslinde de ambos términos municipales, en lo que se refiere a la nueva dársena, va adquiriendo tonos violentos, hasta el punto de que llegó a la capital la noticia de que el último domingo había ocurrido una sangrienta colisión entre los guardias municipales de Castrillón y los agentes de Consumos de Avilés. Lo que ocurre en este asunto merece llamar la pública atención. Desde hace muchos años, el pueblo de Avilés y su representante, el diputado del distrito, señor Marqués de Teverga, vienen trabajando para terminar las obras de la ría y establecer la dársena de San Juan de Nieva, llamada seguramente a un gran porvenir en el movimiento industrial de Asturias. Pero cuando la dársena está terminada, cuando las grandes empresas mineras se preparan a establecer en ella los grandes cargaderos de carbón, entonces surge el municipio de Castrillón pretendiendo que el puerto está en su jurisdicción, que puede ejercerla en sus muelles, que éstos le pertenecen y que, por lo tanto, Avilés y el Marqués de Teverga han trabajado para el Rey de Prusia".

Mientras la Corporación de Castrillón, a las órdenes de la Real Compañía, seguía en su ofensiva territorial para seguir anexionando terrenos avilesinos, la relación de las instituciones de la villa del Adelantado con los habitantes y pueblos de Castrillón seguía desarrollándose con la normalidad de siempre. Así, en ese verano de 1894, la Banda de Música de Avilés, que había sido creada tres años antes, amenizaba, con la autorización de su Ayuntamiento, las romerías estivales de diversas parroquias vecinas. Ese fue el caso, por ejemplo, de San Miguel de Quiloño y de Salinas. Es cierto que, como ya adelantamos, empezaron a observarse en algunas fiestas la presencia de bandas de "gatilleros" al servicio de Arnao, que buscaban el follón y el enfrentamiento con los jóvenes de Avilés que acudían a los bailes. Pero hasta el momento, no dejaron de ser hechos aislados. La gran mayoría de avilesinos y castrillonenses disfrutaban fraternalmente de las celebraciones, ajenos a las disputas.

La carta de un vecino de Castrillón publicada en el "Diario de Avilés" con fecha 3 de agosto de 1894, que lleva la firma de "Un aldeano", deja claro esa buena relación entre los habitantes de los dos concejos, y coloca en su justo término las responsabilidades. Reproducimos algunos fragmentos en los que se cargan todas las tintas contra los "déspotas envalentonados", refiriéndose a la RCAM:

"...No puedo dejar de decir algunas verdades, en representación de mis convecinos, que no tienen que pasar por las horcas caudinas de la compañía, mal llamada asturiana, para saber sostener nuestros justos derechos protestando, como lo hacemos, de la invasión que, usurpando el nombre de Castrillón, pretenden llevar a cabo los que se han erigido señores feudales de este paciente concejo, que jamás podrá coadyuvar con los alemanes a dominar a nuestros hermanos de Avilés, como sueñan unos déspotas envalentonados por las condescendencias incalificables e inmerecidas, de los mismos que hoy deben conocer su error y deplorar su debilidad; por eso cada día se levanta nuestro espíritu más potente, impulsado por las ideas de esos buenos avilesinos que nos convencen, y llenos de gozo en nuestros pechos exclamamos: ¡Gracias a Dios que Avilés ve claro los maquiavélicos manejos, por los que más de una vez le dio el alerta algún hijo leal de Castrillón!

Desengañados están hoy los avilesinos y saben cuáles han sido y son las aviesas ideas de los que llegaron a esta nuestra tierra, humildes e ignorantes de las fabulosas ganancias que más tarde han conseguido en nuestro rico suelo, explotando a infelices obreros que, por un mísero jornal, soportan largas horas de ímprobo trabajo, que no les da para alimentarse lo necesario, para que no decaigan sus fuerzas físicas, que solamente resisten nuestros bien constituidos paisanos, que tímidos o faltos de recursos, no se atreven a buscar en América un porvenir que les permita sostener a sus familias con el desahogo y bienestar que no pueden lograr bajo el duro yugo de una empresa que se ha hecho poderosa con el sudor de tanto pobre, y que no aspira a otro bien que al lucro propio, sin esperar en nada, ni en nadie, siendo la mejor prueba de mi aserto, el modo inicuo del que se vale para apropiarse de la gran dársena de Avilés, escudándose hipócritamente con el nombre de Castrillón.

Falso de todo punto falso, que los buenos hijos de este concejo traten de arrebatar a Avilés lo que siempre fue suyo. Eso es bueno para las aves de rapiña alemanas que quieren llevar en sus garras lo que tantos sacrificios costó a la floreciente villa, lo mismo que un día pretendieron saciar su codicia en nuestras Carolinas, sin contar con que el León de Castilla no duerme cuando de la defensa de su independencia se trata, y ahora, como entonces y como siempre, sabrá sacudir con brío sus melenas y deshacer las arteras mañas de los que siempre esperan ocasión propicia para apoderarse de lo ajeno.

Por estos motivos y por otros que no enumero, no puede nunca Castrillón mirar con buenos ojos la injerencia extranjera en sus asuntos locales, de una empresa avasalladora, que todo lo arrolla para conseguir sus medios, ni mucho menos que se entrometa a espaldas de un municipio obligado a levantar el grito de guerra contra un concejo con quien siempre estuvimos en armonía.

Luche esa empresa con sus secuaces, que paga y lleva uncidos al carro teutón de su soberbia. No diga cínicamente que para Castrillón es la dársena de Avilés, que pretende para Arnao, para esa compañía que, si la consiguiese, haría mangas y capirotes, sin que este abandonado concejo percibiera beneficio alguno por los pingües negocios que otros hicieron. Ese cebo no lo tragamos la mayoría de los sufridos hijos de Castrillón, no nos dejamos engañar por la sirena de las orillas del Rhin, pues ya hace muchos que conocemos sus deseos.

Si la Real Compañía quiere tender su protección a este concejo, como es su deber, y atraerse las simpatías que nunca adquirió, por su egoísmo, ateniéndose a sus apremiantes necesidades, ayude con su poderosa mano a crear fundaciones benéficas que no existen; ayude a abrir vías de comunicaciones y no impida llevarlas adelante, porque siempre quiere tenerlas cerradas para los demás; atienda a la instrucción primaria y no contribuya a burlarse de los preceptores y de los niños, nombrando comisiones de exámenes en todas las parroquias; cuide de la asistencia de sus enfermos en un buen hospital y aumente el personal médico del concejo, aumento al que pone siempre obstáculos por miedo de ver deprimido a su lugarteniente; pues podemos decir con verdad que carecemos de médicos, y paga el municipio cantidad suficiente para dos, en vez de uno, que podemos llamar honorario, pues la electividad la tiene Arnao.

Hágalo así la aludida compañía si quiere tener a su lado todas las voluntades espontáneamente, y no solo las mercenarias que tiene hoy, y las forzadas de nuestros pobres paisanos desheredados de la fortuna, que a la fuerza tienen que doblar su cerviz a las órdenes de los tiranos. Imite a otras empresas más generosas, que en las comarcas donde radican, no falta nada de lo que dejo dicho, y se ve en ellas el influjo de los sentimientos generosos, caritativos y humanitarios, en beneficio de sus braceros, pagándoles mayores jornales, pensionando y premiando a los que mejor se portan, o se desgracian, cuidándoles con asistencia esmerada cuando enferman o se lastiman; en fin, que sus directores agradecidos del suelo que les prodiga sus dones les recompense creando todas las comodidades que exige la moderna vida obrera, llevando a los modestos hogares de sus trabajadores cierta holgura que están muy lejos de disfrutar los pacientes y mal correspondidos trabajadores de Arnao que, si no fueran los recursos que constantemente envían a sus familias los que fueron a ganarse la vida al nuevo mundo, con más provecho que los que sucumben en Arnao, ¡Cuántas miserias habría en este concejo!

Con el dinero de América se compra el pan que comen los vecinos de estas aldeas, que si de allí no viniese para adquirirlo, negro, viejo y de centeno lo comerían, como lo comían los alemanes antes de venir a esta tierra de Pelayo; pero la colonia llamada americana, sufraga lo que cuesta el pan blanco, aunque algo malo, que le venden a título de irrisoria economía.

Pero no trataré hoy de las especulaciones de su comercio en este concejo, en perjuicio de los demás establecimientos de aquí y de Avilés, porque va siendo muy larga la carta... Firmada: Un Aldeano. Castrillón 3 de agosto de 1894".

Las preocupaciones reales de los castrillonenses estaban muy alejadas de deslindes o nuevas anexiones como las que se pretenden en San Juan. Lo pasaban mal, explotados de forma inmisericorde por la Real Compañía y salvándose de la miseria solamente, aquellos que tenían familiares en las colonias americanas o podían completar el sueldo de la Compañía con alguna explotación agraria, es decir, con más trabajo.

Así sucedió, así se lo he contado a ustedes, y así queda anotado en mi Diario de a Bordo. Pero la historia continúa...

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