San Nicolás, llamado de Bari por el lugar de su sepulcro, fue obispo de Mira, en Licia (Asia Menor) y uno de los asistentes al famoso concilio de Nicea del año 325. Su cuerpo fue trasladado por mercaderes italianos desde Mira a Bari en el año 1087, con motivo de la invasión turca de Anatolia. Eran los tiempos del Papa Urbano II en Roma y del emperador Alejo Comnéno en Constantinopla.

A pesar de que el culto a San Nicolás en Europa se extiende de forma generalizada a partir del traslado de sus restos a Italia, ya existía un gran reconocimiento a este Padre de la Iglesia en Occidente con anterioridad.

En Asturias, la devoción a San Nicolás es alentada y sostenida ya por el rey asturiano Alfonso II ya en el siglo IX. Entre las fundaciones del Rey Casto figura el Hospital de Cimadevilla, con salida a la vieja calle del Peso, en Oviedo. Existía allí una cofradía de zapateros que, en el siglo XVIII, pidieron al Cabildo los despojos de los retablos y los órganos viejos de la Catedral para su antigua capilla de San Nicolás, que les fueron concedidos. En unas excavaciones practicadas en la catedral, en esa capilla, aparecieron tres esculturas o altos relieves, de gran tamaño, sin cabeza ni manos. Una de ellas es la de San Nicolás, según lo atestigua la leyenda que figura en el arco que rodea la imagen. Las otras dos se corresponden con San Juan y Santa Marina. Se las ha datado como del siglo XI o XII y es seguro que figuraron en la catedral primitiva.

También sabemos que en la catedral eran frecuentes, ya en el siglo XIII, donaciones con la obligación de sostener tres lámparas: una a San Salvador, otra a Santa Marina y la tercera a San Nicolás.

En Asturias, por tanto, vemos que el culto a San Nicolás es anterior a la generalización que se produce en Europa en el siglo XI, a la que antes aludíamos, porque ya en tiempos del Rey Casto, al menos, la devoción al Santo de Mira está asentada en Oviedo.

En Avilés, la Tradición nos dice que cuando Santo Toribio desembarca en la ciudad procedente de Tuy, allá por el siglo V, transportaba varias reliquias que había traído consigo de Jerusalén. Los avilesinos lo acogen de forma cariñosa por unos días, antes de que saliese para el Monsacro, en donde estuvo refugiado. En agradecimiento a esa acogida, Santo Toribio habría dejado en la iglesia parroquial de la villa, unas reliquias de San Nicolás.

A comienzos de la segunda mitad del siglo XVII, se pretende hacer una reforma en la iglesia parroquial de San Nicolás, hoy San Antonio de Padua. Concretamente se pretendía intervenir en la bóveda de la iglesia y en la capilla mayor, para rehacerlas con mayor amplitud. Las obras se realizan y desaparece el primitivo ábside románico, con sus canecillos variados y estrechos ventanales de devoción. Pero al hacer las obras indicadas aparece en dicho ábside dos cajas empotradas en la pared con diversas reliquias. Tuvieron que venir representantes del obispado para autorizar la veneración de las mismas, ya que los regidores se opusieron a ir a Oviedo, con la excusa de que llevar las reliquias en una maleta era contrario al respeto y veneración que se les debía. La verdadera razón era que existía el temor de que las reliquias no regresasen porque el Obispo ordenase que se quedasen en la Catedral.

David Arias, en el libro "Historia general de Avilés y su Concejo" nos dice lo siguiente:

"...consérvanse en la parroquial de San Nicolás, con gran veneración, las reliquias que se hallaron en la misma iglesia en una de las reformas... y en el mismo año de 1660, cuando se solicitaba la autorización para trasladar las reliquias [a Oviedo], por el obispo, se opuso el Municipio, por estimar que redundaba en perjuicio de la fe con que se miraban, el traerlas y llevarlas a la capital"

Unos años más tarde, en el año 1689, el artista Pedro M. Somonte, realiza la obra del nuevo retablo de San Nicolás, colocando a ambos lados, dos nichos en donde se colocaron las reliquias con sus correspondientes cajas y llaves. El Libro de Fábrica de la Iglesia, en el año 1718 tiene registrado lo siguiente sobre el particular:

"...en el Altar Mayor, al lado de la Epístola y Evangelio, se veneran dos cajas con reliquias que tienen su inscripciones, y cada una de ellas con dos llaves y que la una la tiene dicha Cura y la otra don José León Falcón, el presente, mandadas conservar y venerar por los Señores Obispos que fueron de este Obispado".

En el Archivo Histórico Municipal, hay un libro-inventario del año 1740, que tiene registrado lo siguiente en su folio 45, después de tener dibujadas a tinta dos llaves con sus respectivas molduras:

"Estas dos llaves sonde las Santas reliquias de San Nicolás, las cuales se hallan, el Principio del Retablo, en dos cajones con dos zerraduras cada uno; el un cajón al lado de la epístola, y el otro al lado del evangelio; hábrense con estas dos llaves hambos dos, con esta horden. La llave que dice en la zerradura de debajo de él un cajón, se ha de poner en la zerradura de arriba del otro, y la que dice en la zerradura de arriba del uno, se ha de poner en el otro en la de abajo. Dentro de cada uno se halla una Arquitta. Ambos dos pintadas y de un tamaño, que tienen zerradura. Dentro de ellas ai varias y preciosas reliquias; aunque sin auténticas y barajadas unas con otras y créese que muy menos cavado este Santo Tesoro de su primera integridad, por haberle parecer asaltado la ambición devota y Cathólica estimulada de Santo celo, queriendo a porfía cada uno erigirle templos en Aras de su corazón, presúmese con la noticia de algunos escriptores y Tradiciones antiguas, ser dádiva de Santo Toribio de Liébana, quando desembarcó en el Puerto de Sabugo llamado Bogad".

Como señalo en mi libro "El Lignum Crucis y Avilés", esta es la última noticia que tenemos de estas reliquias de San Nicolás. Las reliquias normalmente estaban depositadas en las sedes episcopales, en las colegiatas o en los cenobios importantes, es decir, en lugares en los que la piedad cristiana contribuía de forma estratégica a fijar o consolidar también un poder económico y político, y en el que las reliquias jugaban un papel fundamental. Eran los obispos los que las autentificaban y autorizaban su veneración. Avilés, en un principio, no parecería un lugar en donde se pudiesen encontrar reliquias. Sin embargo sí que contó, durante toda la Edad Media y parte de la Edad Moderna, con reliquias propias importantes. Esto es sin duda una señal inequívoca de la importancia del puerto avilesino y del comercio que a través de él se generaba.

Ya sabemos que San Nicolás llega a Avilés por su puerto, y también sabemos que la parroquia de la villa es San Nicolás. Pero ¿cuándo se erige la iglesia parroquial y se coloca bajo la protección y advocación del Santo de Mira?

Ninguna de las iglesias primitivas de Avilés, que se contienen en los testamentos de Ordoño I y Alfonso III el Magno, estaba dedicada San Nicolás.

Las iglesias que se citan son las de San Juan Bautista y la de Santa María, así como la de San Martín de Celio.

San Nicolás no sería una iglesia construida "ex novo" sino que sería una iglesia ya existente en la que se cambia la advocación del patrono. Yo coincido con don Ángel Garralda, al considerar que sería la antigua iglesia de San Juan Bautista la que cambiaría la advocación. San Juan sería el patrono de la iglesia primitiva hasta que, en el siglo XII, se dedicase la misma al nuevo patrono San Nicolás. Los indicios que nos indican que la primitiva parroquia estaba dedicada a San Juan serían entre otros, la costumbre secular de elegir a los nuevos Regidores de la Villa en el atrio de la Iglesia parroquial la víspera de San Juan de cada año, o la existencia, en tiempos pretéritos, de un hospital dedicado a San Juan, con su capilla correspondiente en la Plaza de España.

Por tanto, la primitiva iglesia parroquial de San Juan Bautista se dedica a San Nicolás de Bari en el siglo XII, poco después de la expansión del culto a San Nicolás en todo el occidente europeo, tras el traslado de los restos del Santo desde Mira, en Asia Menor, a Bari en Italia. Hay que recordar que San Nicolás es patrono de los marineros y de los comerciantes y, por tanto, era un patrono perfecto para una ciudad como Avilés, con un puerto de mar muy importante en ese momento. Alfonso VI había concedido a la villa su fuero en el año 1085, y su nieto Alfonso VII confirma esos privilegios contenidos en el fuero concedido por su abuelo en el año 1155, ratificando la importancia del comercio avilesino y de su puerto. Es precisamente coincidiendo con ese momento de efervescencia y protagonismo de la ciudad en el plano económico, cuando San Nicolás se habría impuesto como patrono de la parroquia de la villa. Un dato significativo es el protagonismo de San Nicolás en la villa francesa de La Rochella, con la que Avilés mantenía en esos momentos y mantuvo a lo largo de la Edad Media, una gran relación mercantil y comercial a través del mar. Tampoco podemos desdeñar la vieja tradición que nos habla de la presencia de Santo Toribio de Liébana en la villa avilesina en el siglo V, depositando en su iglesia parroquial las reliquias de San Nicolás. Ni tampoco dejamos de lado el culto a San Nicolás que ya con anterioridad al siglo XII se había extendido en la corte ovetense, de la mano de Alfonso II el Casto. Una ciudad sede de la Corte y de la que Avilés era el puerto natural y efectivo.

Sea como fuere, de lo que tenemos constancia es de que, a partir de la segunda mitad del siglo XII, coincidiendo más o menos con la confirmación de nuestro fuero, San Nicolás es el Señor que manda en Avilés, tal y como afirma don Ángel Garralda en su libro "Avilés su fe y sus obras". Es el santo al que está dedicada nuestra parroquia y el patrono de la villa avilesina.

Así sucedió, así se lo he contado a ustedes, y así queda anotado en mi Diario de a Bordo. Pero la historia continúa...