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Concejal de Somos Avilés

El pañuelu del fugáu

Homenaje a Gaspar García Laviana

De guaje me fascinaban las historias de maquis. En el pueblo de mis padres se cuentan aventuras y desventuras de los fugaos que en aquellos montes encontraron refugio. Jugábamos a ser guerrilleros que a veces atacaban y a veces huían de las cuadrillas de la guardia civil. Con 13 y 14 años subía al cordal montando a "rubio", el caballo de casa, vestido con la chaqueta mahón de Hunosa y unos pantalones militares y sintiéndome como el Che Guevara de los valles chenizos.

En un carbayu, alguien había tallado las siglas de la UGT y pensábamos que habrían sido los guerrilleros de José Mata, el comandante Mata. La guerrilla antifranquista nunca actuó por aquellos montes, ahora lo sé, pero de aquella imaginábamos otra cosa. Cuenta un corto de la directora Amanda Castro que en 1948 Mata bajó a la Güeria de Carrocera a despedirse de los suyos antes de partir a Francia y en esa visita se encontró con un niño de 7 años, "Gasparín" con el que conversó y al que regaló su pañuelo de fugáu. Gaspar García Laviana, "Gasparín", nació a 500 metros de la casa de José Mata. Se ordenó sacerdote con 23 años, con 25 marchó a Nicaragua de misionero y allí tomó partido por el Frente Sandinista. Pasó a la guerrilla y tomó las armas sin abandonar su condición de sacerdote. Por sus actitudes militares fue nombrado oficial del Frente. Se le conocía como "Comandante Martín". El 11 de diciembre de 1978 entró en combate y murió de varios disparos. Tenía 37 años, los mismos que Mata cuando abandonó la guerrilla. Ayer se cumplieron 40 años de su muerte.

En mi historia de adolescente que está tomando conciencia política y que se fascina sabiendo de la vida y obra de Marx o de Rosa Luxemburgo había un conflicto con mis creencias religiosas. ¿Podía abrazar las ideas marxistas y al tiempo mantener mi moral cristiana? Cuanto estaba en 2.º de BUP, Murias, el cura de Llaranes, era profesor de religión en La Magdalena. Un día organizó una charla de un guerrillero de Guatemala para todo el alumnado de religión. Me quedé impresionado con aquel testimonio y, al tiempo, escucharle me permitió mitigar mi conflicto interior. A los pocos días Murias y aquel hombre estaban en el Carbayedo ofreciendo material del Comité de Solidaridad con América Latina en una mesa. Me paré con ellos y me dejaron llevarme un libro con el compromiso de pagarlo en cuanto pudiera. Se titulaba "Cristianos, ¿por qué temer a la revolución?", editado por la Iglesia Guatemalteca en el Exilio. Aquel libro entraba justo a mis contradicciones. Me sumergí en aquel mundo, el de la Teología de la Liberación, el cardenal Romero, Ellacuría, Pere de Casaldáliga, Ernesto Cardenal y el Comandante Martín: Gaspar García Laviana. Todos estos personajes se daban la mano con mis otros iconos. En mi cabeza, el comandante Mata le regalaba su pañuelo de fugáu a Gaspar, como el testigo de un relevo.

Tiempo después fui abandonando mi fe, sin traumas, poco a poco, hasta que no quedó nada más que el respeto. En mi segundo año como docente me tocó destino en el Virgen de Covadonga, en San Martín, el concejo donde nacieron los dos comandantes. Los alumnos de los que era tutor me comentaron que el profesor de religión les ponía canciones de Extremoduro, canciones que hablaban de putas, drogas y camellos. Quise conocerle. Era un chico muy joven que pensaba que Extremoduro era una forma moderna de comunicar el evangelio porque hablaba de los desheredados. Me habló de su compromiso con la teología de la liberación, de sus ideas izquierdistas y de sus conflictos familiares. Aquel año fuimos buenos compañeros y organizamos alguna cosa juntos. Un día le regalé el libro de la Iglesia Guatemalteca en el Exilio y le dije "a mí me sirvió, toca ahora que haga otros servicios". No sé qué fue de su vida, no sé si siguió adelante con su proyecto de marchar a América Latina y continuar el legado de Gaspar. Nuestras rutas no se volvieron a encontrar pero seguro que ambos cumplimos con lo que Gaspar dejó escrito:

Sigue con sonrisa sencilla y con pisar

austero,

sigue luchando por ese mundo de utopía

que tú y yo sabemos verdadero.

Sigue, pese a quien pese, hasta caer

rendido.

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