La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Regalos que son otra cosa

La costumbre, cada vez más arraigada, de cambiar los obsequios que se reciben durante estas fiestas

Los lunes suelen tener mala fama, pero vamos por el tercer lunes que es medio fiesta o fiesta entera. Nochebuena, Nochevieja y ahora este lunes de Reyes que lo ponen festivo y viene al pelo por aquello de que empiezan las rebajas y habrá mucha gente que aproveche para cambiar los regalos. Una moda que ha ido ganando terreno y nos ha metido en el lío de que todo el mundo haga lo mismo. Me refiero a que los regalos ya no se hacen para que los disfrute quien los recibe, se hacen para que pueda cambiarlos por otra cosa.

En eso estamos. Ahora, lo primero que dice, quien te hace un regalo, es que puedes cambiarlo o que, incluso, te devuelven el dinero. Algo que se presenta como una ventaja y pienso que es una faena para quien regala, pues ha hecho un esfuerzo por acercarse a tus gustos y estar presente en tu vida a través del recuerdo que supone un regalo. Pero la gente va a lo práctico, no le importa sacrificar el regalo.

Ayer, en muchos hogares, se oiría esto: Si que me gusta, me encanta. No sabes el tiempo que llevaba pensando en comprarme algo así. La respuesta es de libro, figura en el manual de cumplidos, solo que, pasados unos minutos, después del entusiasmo inicial, la cara dibuja un gesto y ya pueden adivinar la pregunta: ¿Has dicho que puedo cambiarlo?

Todos regalamos y esperamos que nos regalen. Que nos regalen cosas, no que hagan lo que muchos hacen con sus hijos y sus nietos. Yo al mío le doy 100 euros y que compre lo quiera, no me rompo la cabeza. Pues no se la rompa, pero que sepa que el chico, o la chica, no malgastará el dinero en algo que sabe que acabarán comprándole sus padres y lo que debería ser un regalo será para el botellón o una juerga con los amigos.

Otro problema, que habrá surgido estos días, es lo mucho que sufren algunos cuando tienen que hacer un regalo. Hay casos en que supone, casi, una tortura. Y qué le regalamos a Fulano, si tiene de todo, si no hay cosa que no tenga, preguntaba, angustiada, una señora a su amiga.

Estuve por sugerirles que probaran con un libro, pero como las señoras tenían, más o menos, mi edad y el Fulano sería de una edad parecida, lo mismo estaban pensando en regalarle un patinete eléctrico, de esos que son un peligro, y me pareció de mal gusto quitarles la ilusión. Los regalos son un asunto muy delicado, sobre todo para los que venimos de una época en la que nunca había sorpresas, siempre nos regalaban ropa interior y unos calcetines de rombos.

Ahora es distinto, los regalos son otra cosa. Lo digo por experiencia. ¿Una chaqueta de punto? Pero si ya tengo una, protesté de forma amable, dando a entender, a mis hijos, que no hacía falta que gastaran un dineral. Lo sabemos, pero esa que tienes está anticuada y muy gastada por los codos. Además, si no te gusta, puedes cambiarla.

Cualquiera les decía que la nueva es horrorosa. Soy de los de antes, de los que no cambian los regalos porque entienden que es una faena. Así que me quedaré con ella y les haré sufrir. La pondré los domingos, que es cuando vienen a comer.

Compartir el artículo

stats