El preacuerdo alcanzado entre Alcoa y los sindicatos para prolongar la vida de las factorías de Avilés y La Coruña hasta mediados de año es una enorme bocanada de aire fresco cuando todo parecía perdido. Los trabajadores, que deben aún ratificar el texto, eluden de momento los despidos y la compañía se abre, esta vez sí de forma clara, a vender las plantas. Así que la pelota está ahora en el tejado de los gobiernos central y autonómicos, que se han cansado de repetir que la posibilidad de una transacción no es una quimera. A los políticos que están en el poder les toca demostrar que, además de predicar, saben dar trigo. Y a los que están en la oposición no les queda otra que arrimar el hombro evitando una contienda abiertamente partidista en plena campaña electoral. Motivos para desconfiar del Ministerio de Industria tras los últimos meses hay de sobra. Pero razones para creer, tras este flotador de última hora, también.
