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El futuro del Niemeyer

Y después del juicio a los primeros gestores, ¿qué?

Estos días se está celebrando en Oviedo el juicio sobre el "Caso Niemeyer", un proceso en el que se juzgan los presuntos delitos de malversación, falsedad y estafa en la gestión del citado centro mientras estuvo al frente del mismo el que fuera su primer director, Natalio Grueso. La previsión es que a finales de mayo conozcamos la sentencia que posiblemente aclare lo que parece un desastre contable y un despropósito en cuanto a la gestión del centro en sus inicios. Pero, sea cual sea el desenlace, no es previsible que arroje ninguna luz sobre quiénes fueron los culpables de lo que, ocho años más tarde, tiene todo el aspecto de ser un juguete roto, abandonado a orillas de la ría avilesina. Un conjunto arquitectónico luminoso, sorprendente y de una belleza indudable que fue regalo del arquitecto brasileño y acabó costando 44 millones de euros.

Desde el primer momento, ya se oyeron voces que calificaban la inversión como un gasto desmesurado en tiempos de crisis. No obstante, también fueron muchos los que defendieron la idea de que era la compensación necesaria para paliar los efectos de una reconversión siderúrgica que obligaba a la villa avilesina a reinventar su futuro. Postura que comparto porque pienso que Avilés se merecía el Niemeyer o un proyecto, incluso, más ambicioso. Otra cosa es si, en la actualidad, se está sacando partido a lo que significa un centro de esa envergadura, o se da por amortizado, simplemente, con tenerlo ahí para mirarlo y compartir con las gaviotas la blancura de su cúpula y la elegancia de sus curvas.

En mi opinión, ese sería el otro juicio. El juicio que está pendiente y a expensas de que quieran abordarlo las autoridades locales y regionales y los integrantes del patronato de la Fundación. Un patronato que el pasado año 2018 tenía previsto ingresar 2.606.000 euros y destinar 813.000 a la programación de actividades. Poco dinero y una diferencia notable entre programación e ingresos, que quizá deba entenderse en el contexto de una institución con una deuda importante que pretende ir saneando sus cuentas.

Ahora mismo, la realidad es esa. Es lo que hay por más que apelemos a cómo nació el Niemeyer y las expectativas que se crearon. No se parece en nada a lo que prometieron en un principio. Nos vendieron una especie de "Cuento de la lechera" que pronto acabó con el cántaro en el suelo y los iniciales sueños de grandeza desparramados en frustraciones. Empezamos con Kevin Spacey, Jessica Lange, Paulo Coelho, Wole Soyinka, Carlos Saura, Woody Allen, Gilberto Gil, John Mayall, Yo-Yo Ma, Barbara Hendricks y "The New York Times" celebrando aquí sus célebres Conversaciones y hemos acabado con el mago ovetense Anthony Blake haciendo trucos de magia.

Desconozco cuál será su futuro. Tuvimos una oportunidad que resultó fallida y la sensación que se percibe es que el Niemeyer se ha convertido en algo así como un quiero y no puedo. La indefinición y la falta de proyecto no auguran muchas esperanzas. Pero que sé yo, a lo mejor igual deberíamos conformarnos con lo puesto. Comentan que el propio Oscar Niemeyer dijo que si algo es bello es útil. Por supuesto. No creo que nadie discuta la utilidad de la belleza. Lo que se discute es si el Centro ha de estar solo para mirarlo o para mirarlo y aprovechar al máximo sus posibilidades.

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