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Illán García

Crítica / Música

Illán García

Un teatro en combustión

Cuatro melenudos que diría alguna "abuela" tomaron al asalto el teatro de Avilés el pasado viernes. Iban "armados" con una batería, un teclado, una guitarra, un bajo y micrófonos. Se subieron al escenario, ese que Palacio Valdés contempla desde lo alto. Pero que nadie se alarme. No hubo heridos; bueno, sí. Había quien lamentaba haber viajado en el tiempo sin moverse de la butaca. Fue gente que se trasladó a los años setenta, a esos tiempos de transición musical, con sonidos que viajaban entre el rock, el blues, el hard rock e incluso el heavy metal.

Si hay que buscar un responsable del "déjà vu", ése es Glenn Hughes. Dicen que los teatros son para actores y actrices, para representar obras clásicas y también contemporáneas, pero se equivocan. La acústica de los coliseos hace de estos espacios un lugar ideal para el disfrute de acordes y melodías, de voces prodigiosas que ponen los pelos de la piel como escarpias. Por algo a Hughes le llaman "La voz del rock".

Suena "Deep Purple", una banda de esas que cambió la manera de entender la música, que hizo de ella una bandera de la cultura hace ahora más de cuarenta años. Es más, el señor Hughes, un hombre de 67 años con vitalidad de uno de 25, comenta desde el escenario que la música, con su potencia, es capaz de curar y de salvar el planeta. Que permite imaginar y soñar, evadirse por un instante como si nada del mundo que nos rodea existiera.

La crudeza de "Stormbringer" sube el nivel, nadie puede quedarse quieto en el patio de butacas. Brazos al aire, movimientos de pie y giros de cuello acompañan el compás. Hay quien se emociona desde lo más alto del teatro. El bueno de Glenn Hugues sabe que su bajo también dispara, sus dos pedaleras le ayudan. Se marca un solo y hace vibrar anfiteatros, palcos y patio de butacas. Llega a Avilés después de una machada de cuatro conciertos en cinco días pero apenas se aprecia huella de cansancio alguno. Es un gimnasta vocal, fresco y cargado de amor, como relata al final de cada tema. "Os amamos", repite una y otra vez. El público responde y se emociona y en ocasiones, no puede quedarse sentado. Son los años setenta y la imagen del fondo del escenario así lo evoca con remarcados colores. Las melodías son ágiles, rápidas y contundentes y transmiten paz y amor. Pese a todo, nostalgia hubo la justa, la necesaria para recordar a Tommy Bolin en "Getting Tighter", compañero suyo en "Deep Purple" tristemente fallecido por los excesos de la época. Ahora tras más de cuarenta y tres años desde que dejara de tocar en la banda que dio a conocer al mundo "Smoke on the water", tiene vitalidad para otra u otras dos vidas más. Su poderío es tal que no tiene reparos en comentar que los temas de los tres discos en los que participó "son muy buenos". Claro, que lo son. Sus "regalos" en forma de agudos imposibles, de juegos vocales perfectamente hilados llaman a relajarse con "Mistreated" y quedarse boquiabierto. Agudos sempiternos combinan con riffs de guitarra, sonidos de hammond y una batería arrasadora y nítida al mismo tiempo. Hughes mentó a David Coverdale, otro "oro" musical de aquellos "Deep Purple" setenteros que sonaron en un teatro Palacio Valdés lleno y con ganas de que el espectáculo nunca tocara a su fin.

Jugó por el escenario, con piezas de "Burn", "Come taste the band" y del "Stormbringer" y consiguió contagiar ese espíritu rebelde que hizo saltar de sus asientos a los asistentes.

Muchos salían del teatro echándose las manos a la cabeza porque no daban crédito a lo que habían visto con sus propios ojos. "Brutal", "impresionante", "el mejor concierto de mi vida" fueron algunas de las expresiones que se podían escuchar cuando el público abandonaba el coliseo avilesino. Pero antes de eso, los cuatro melenudos entonaron aquella de "Burn" y todo "arde" en uno de esos conciertos que será imposible olvidar.

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