La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Agujeros negros

Reflexiones en torno al último descubrimiento astronómico

Cuando tropiezo con algo que no entiendo procuro no romperme la cabeza, pero a veces me da la neura y sigo dándole vueltas hasta que acabo tonto perdido. Debe ser ese afán que nos lleva a querer saberlo todo y a conocer, incluso, el futuro. Un empeño bastante absurdo porque hay cosas que ya pueden explicárnoslas mil veces que seguimos sin entenderlas. Ya me dirán quién es el guapo que entiende eso de una región finita del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio del que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella. Eso no se entiende, ni aunque te enseñen la foto y veas que es algo así como una ecografía del espacio con una figura que parece un donut.

Para consolarme pensé que había picado muy alto y pretendía entender cosas que, tal vez, no estaban a mi alcance, pero justo delante tenía el periódico y resulta que tampoco entendía esa propuesta de Isabel Díaz Ayuso de considerar al concebido no nacido como un miembro más de la familia. Intenté razonar y darle sentido, pero lo primero que me vino a la cabeza fue que, aplicando ese criterio, también podían considerar fallecido al abuelo de 80 años que es un estorbo en casa. Uno ya tiene una edad y se mosquea con estas propuestas que parecen sacadas del agujero negro que todos tenemos en el cerebro. Y cuando digo todos no salvo a nadie porque seguro que de uno de esos agujeros salió la idea de subir el salario mínimo a 850 euros, en 2020. La idea y la explicación que dieron después de que no supone bajarlo sino respetar los acuerdos entre la Patronal y los Sindicatos.

Dándole vueltas, a los agujeros negros, se me ocurrió que los políticos es muy posible que vivan dentro de un agujero del que no pueden salir. Un agujero que engulle todo lo que les rodea y genera un campo gravitatorio que les impide asomarse al universo exterior, que es donde vivimos nosotros. Solo así se explicarían las exhibiciones de ignorancia de Adolfo Suárez Illana, las fanfarronerías y los desafíos del engreído Aznar, los rifirrafes entre Casado y Rivera, los desahogos patrióticos en lugar de las propuestas sensatas, la nueva pasión por la tauromaquia que incluye el rescate de toreros para la política y la aparición de un buen número de militares que prescinden del ordeno y mando y se apuntan al debate parlamentario.

También parecen salidos de un agujero negro la amenaza de un crecimiento económico negativo, el calentamiento del planeta, la expansión de la pobreza, la pérdida del estado del bienestar y la ceguera de una sociedad indecisa que duda entre volver al pasado o dar un paso adelante.

De otro agujero negro acaba de salir nada menos que Julián Assange, el autor de las filtraciones de Wikileaks y los Papeles de Panamá. Un personaje incómodo para muchos gobiernos por su afán de abrir agujeros que tienen que ver con la impunidad de aquellos que han cometido crímenes o participan en redes de blanqueo y corrupción.

Al final, no queda otra que atender lo que dicen los científicos. El lado obscuro está lleno de agujeros negros que roban todo lo que hay a su alrededor y dejan a las estrellas sin luz.

Compartir el artículo

stats