Dentro de unas pocas horas los españoles vamos a tener ocasión de conocer cómo se pronuncian los líderes del PP, Ciudadanos, Podemos y, muy especialmente, el presidente en funciones del Gobierno, el candidato del PSOE, Pedro Sánchez, sobre sus planes respecto a las peticiones hechas públicas por los partidos soberanistas y algunos compañeros de viaje, reclamando indultos para los acusados del "procés", incluyendo a los prófugos. Peticiones que se unen a la de un referéndum de autodeterminación.

Parece que la ocasión va a ser, por partida doble, en los anunciados y desmentidos debates en RTVE y A3, con formatos diferentes y algún atril vacío en testimonio de la falta de sentido común de la Junta Electoral Central aplicada a Vox.

Es lógico suponer que tanto Pablo Casado como Albert Rivera tratarán de arrinconar a Pedro Sánchez exigiendo que se comprometa de forma inequívoca, sin los verbalismos fulleros que ha acreditado a lo largo de estos diez meses en La Moncloa, a no conceder indultos totales o parciales ni autorizar referéndum y consultas a los partidos soberanistas. No puede "vender la moto" a base de envolverse en la bandera y proclamar su fidelidad a la Constitución, a la que de hecho ha violentado muchas veces con sus contubernios con Torra, Bildu y otros contrarios a la Carta Magna.

Es muy probable que Sánchez recurra a la banalización de la cuestión. Seguro que alude a la larga tradición indultadora de España, que todavía se rige por una ley de 24 de junio de 1870, reformada en 1998 y 2015, y por el artículo 64 de la Constitución. El indulto lo concede el Rey y es refrendado por el Presidente del Gobierno. La doctrina jurídica coincide en calificar el indulto como una tradición medieval, de cuando los reyes detentaban todos los poderes y en todo caso vulnera la división de poderes del sistema democrático.

A pesar de todo y con más o menos requisitos, la práctica del indulto existe en la mayoría de los países, desarrollados o no. Se la concibe como una forma de equilibrar la justicia cuando haya razones sólidas de equidad y utilidad pública. El derecho de gracia es discrecional, pero no de ejercicio arbitrario. Tal como dice el Tribunal Supremo, cortando de esta forma el excesivo uso que se venía aplicando. Sobre todo para delitos de circulación, corrupción y malversación. No sería de extrañar que Pedro Sánchez aluda a los indultos de las cofradías de Semana Santa y los privilegios de las llamadas "del Rico" en Málaga y "la Piedad" en Zaragoza. También podría mencionar los del 23-F y menos los del GAL, Barrionuevo, Vera y otros políticos con sentencia firme. Ahora hay más de 8.000 solicitudes de indulto.

Pedro Sánchez es el maestro de la ambigüedad y el "no es no" tiene para él diversas lecturas. Así hay que entenderlo cuando Junqueras y los "Jordis" proclaman su apoyo para que repita en La Moncloa, porque saben que solamente a través del PSOE de Pedro Sánchez -no el de Felipe González, Guerra, Almunia, Rubalcaba y otros más- podrán obtener el indulto y llegar al referéndum.