La Nueva España

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Agitada y rota

En defensa de los símbolos nacionales de España

Contemplo en la terraza de mi casa, nuestro símbolo, la bandera de España rota y agitada por el viento. Con profunda tristeza, siento a nuestra patria, a España, rota y agitada como su bandera que, junto con su himno, son sus símbolos, dignos del máximo respeto por todos los españoles.

Acudiendo a la historia verdadera (no a la que divulgan aficionados que, amparándose en un título se permiten proclamar lo que les conviene por inquina) sabemos que, reinando Felipe II, "no se ponía el Sol en sus dominios" y hoy, padecemos su situación debido a la infausta actuación de sucesivos gobernantes sin méritos y sin interés en defender a sus ciudadanos, prevaleciendo el afán de los logros propios.

El lugar en el concierto universal que tuvo España, se basó en la unidad de sus habitantes, siempre dispuestos en cualquier lugar, a defender a su patria y a luchar para mantener su categoría, hoy denostada en algunos aspectos. Lucharon y dieron su vida en Cuba, en Filipinas, en África, o en Nápoles y Flandes siempre defendiendo a su bandera. Todos los pueblos de España se unían bajo sus símbolos v sus gobernantes, en busca de un fin común. La historia hace patente los actos heroicos de los ejércitos españoles entre muchos de los cuales recordamos los de Eloy Gonzalo, perteneciente al Regimiento de Infantería María Cristina 63, y su hazaña en Cascorro, (Camagüey), y el del Cabo Noval, Luis Noval Ferrao, del Regimiento de Infantería Príncipe número 3 que tuvo una actuación heroica en el zoco de Beni Sicar durante la guerra contra los rifeños, o el capitán Cortés, de la Guardia Civil, en Santa María de la Cabeza, y la actuación de unidades militares entre tantos ocurridos a lo largo de los tiempos.

Durante la dominación árabe, perdido gran parte de sus territorio, los españoles debieron defenderse de los invasores, que bajo el mandato de Abderramán III desde el Califato de Córdoba pretendía ocupar toda la península, hasta que se encontraron en el Norte un pueblo, el Astur, que logró derrotarlos en Covadonga y hacerles retroceder a El Andalus.

El año 1031, el Califato de Córdoba dominante en más de media España, se fragmenta en numerosas bandas denominadas Reinos de Taifas, con lo que entra en decadencia el esplendor árabe hasta que, en 1492, los Reyes Católicos logran restablecer la unidad de España.

A partir de este momento, comienza España a iniciar su hegemonía universal y una de sus actuaciones es establecer uno de sus símbolos: La bandera.

Durante las dominaciones romana, visigoda y árabe, las enseñas eran guiones o estandartes rígidos. En la época de Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso, se comienza a utilizar la bandera de color blanco en las que figura la cruz de Borgoña o de San Andrés.

Carlos III dispuso cambiar el color blanco, por confundirse con el de otros países, por el rojo y amarillo y el escudo de Castilla y León, que fue oficial reinando Isabel II. En 1873, la primera República, no cambió los colores, pero suprimió el escudo Real. En 1931, la segunda República sustituye ta franja inferior, roja, por una de color morado y en 1938, se volvió a los colores rojo y gualda.

Se incorpora a la bandera de España, un escudo en el que figura el Águila de San Juan que junto a las figuras de yugos y flechas formaba parte del de los Reyes Católicos.

En el verano de 1950, he tenido el honor, en el campamento de la Milicia Universitaria en El Robledo (Segovia), de besar esa bandera, con el águila y el yugo y las flechas y jurar defenderla hasta mi muerte, en presencia del coronel jefe del Campamento y un capellán castrense.

Esa bandera ha sido la enseña nacional desde 1938 hasta 1977. Desde 1978 en nuestra Constitución, figura la bandera roja y amarilla con el escudo formado por las armas de Castilla, León, Aragón y Navarra y en su parte inferior, una granada bordeado por las Columnas de Hércules, todo bajo la Corona española. Bandera que también juré defender, pues ambas son símbolo de nuestra patria, España.

Cada vez que presencio un acto donde se rinden honores a la bandera de España y escucho su himno, me embarga la emoción, como ocurre en ocasiones en el acuartelamiento del glorioso Regimiento de Infantería Príncipe número 3 al presenciar los honores que le rinden sus jefes, oficiales y tropa.

Por todo ello, me duele, ya en el ocaso de mi vida, durante la cual no he renunciado a mi juramento, ver el símbolo de nuestra patria, rota y fragmentado como ocurre con las 17 autonomías y agitado bajo esta proliferación de políticos sin escrúpulos y partidos políticos articulados al margen de la sociedad, que pretenden desguazar a España.

Sigo teniendo amor a mi patria, a España, y aspiro a ver recuperada su unidad. Rememorando a Bécquer, puedo contestar a su pregunta: "Dime, cuando el amor se muere, ¿sabes tú a donde va?". Mi amor a España no se ha muerto y mantengo mi juramento de amarla y defenderla.

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