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La Hispanidad

La celebración del 12 de octubre

Pasaban dos horas de la medianoche. El almirante escribió en el cuaderno de bitácora del buque que había divisado desde el castillo de popa unas luces como a unas dos leguas marinas, que al cambio vienen a ser unos once kilómetros. La tripulación estaba avisada sobre la posible inminencia de avistar tierra y del premio que obtendría el primero que lo hiciera, consistente en diez mil maravedíes que le pagarían los reyes y un jubón de seda, que había añadido al efecto el almirante. Así que, al alba, un marinero conocido como Rodrigo de Triana gritó: "¡Tierra, tierra!". Era el 12 de octubre de 1492.

La verdad es que el almirante Colón, el vigía que avistó tierra y el resto de la tripulación pensaron que habían llegado a Cipayo, que ahora conocemos como Japón. Ni se imaginaban por lo más remoto que aquella isla a la que llegaron, que los indios llamaban Guanahaní, que está en el archipiélago que ahora conocemos como las Bahamas y que acabaría siendo un paraíso turístico y económico para los yanquis, formaba parte de un continente que se interponía entre Europa y Asia. El descubrimiento de que se trataba de un Nuevo Mundo le correspondería años después a Américo Vespucio, que es la razón de que se llame América.

Poco conocemos de aquel hombre que, sin saberlo, fue el primero en avistar la tierra americana. Las fuentes históricas no acaban de darnos luz sobre el lugar cierto de su nacimiento y ni siquiera sobre el nombre verdadero de aquel conocido como Rodrigo de Triana. Lo que sí parece cierto es que no cobró los diez mil maravedíes prometidos por los reyes ni se le entregó el jubón de seda que Colón había ofrecido. Así que hay algunas escrituras posteriores que cuentan que, cabreado por el asunto, se marchó a Berbería y se hizo musulmán, muriendo por la morería norteafricana. Ciertamente tenía razones para estar hasta los mismísimos dídimos de sus Católicas Majestades y de don Cristóbal Colón.

Anécdotas aparte, el 12 de octubre de 1492 fue objetivamente la fecha que marca el hito histórico del encuentro entre dos continentes que, hasta ese momento, vivían desconectados e ignorantes el uno del otro. Como suele suceder en todo encuentro entre desconocidos, no fueron todo besos y abrazos, que hubo sus más y sus menos, tanto por unos como por otros. Pero hay un hecho incontestable que es que, pocos años después, los Reyes Católicos convocaron una reunión de sabios y, tras ella y con sus conclusiones, promulgaron unas ordenanzas, conocidas como las Leyes de Burgos, que fueron de lo más avanzado para su época, pues reconocían que los indios eran personas y, por lo tanto, libres y con derecho a mantener sus propiedades, prohibiendo que se les esclavizara. Otra cosa es que aquello lo cumplieran a pies juntillas todos los aguerridos hispanos que se lanzaron a la aventura por aquellas nuevas tierras, pero poco tiene que ver con la conquista americana que posteriormente hicieron los ingleses, cuya máxima de actuación la resumió muy bien el general Philip Sheridan cuando, con ocasión en de la capitulación del comanche Tosawi, dijo: "El único indio bueno es el indio muerto".

Hay un dato objetivo que demuestra el muy diferente trato que dieron los españoles a los indígenas americanos con respecto a lo que hicieron los ingleses, los franceses y los holandeses por esas tierras. No hay más que ver que todavía actualmente la mayoría de la población de las antiguas colonias españolas en América son indios o mestizos. Por el contrario, en las tierras americanas por donde anduvieron ingleses, franceses y holandeses no queda ni un piojoso indio y, menos aún, mestizos, que esos blanquitos europeos no iban a follar con mujeres salvajes, salvo con negras, que eso sí, porque eran esclavas y había que bajar el calentón.

Gracias a aquel encuentro, en todos los países sudamericanos se celebra como fiesta el 12 de octubre, porque es la Hispanidad, que Unamuno definió como las patrias hermanas que hablan una misma lengua.

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