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Los acuerdos y las palabras

La expectación por saber cómo se va a explicar a la ciudadanía el hipotético acuerdo para formar Gobierno

En el PSOE andan preocupados con eso de que la realidad que salió de las urnas supuso que ganaran las elecciones, pero no les alcanza para formar Gobierno ni pactando con Podemos y otros partidos minoritarios que aportan uno o dos diputados. Lo cual puede ser positivo o perverso, pues supone una pérdida de control que les obliga a devanarse los sesos y tener que elegir entre lo que ellos entienden por realidad y la realidad pura y dura. Una realidad que suele ser cruel y en este caso lo es.

Deberían empezar por ahí, por entender que la realidad funciona con sus propias reglas y no le importan las consecuencias ni los posibles excesos. Primero fue Podemos, que pedía el oro y el moro, y ahora es Izquierda Republicana, que parece que le hizo la boca un fraile y pide lo que sabe que no pueden darle, advirtiendo que quita y pone gobiernos como ya hizo y piensa seguir haciendo.

Y lo dice no solo con arrogancia sino con un punto de chulería que sitúa a su líder, Gabriel Rufián, más cerca del madrileño barrio de Lavapiés que del Paseo de Gracia. Vuelve con la misma actitud que cuando sacó aquella impresora en el Congreso y presumió de que era con la que hacía las papeletas del prohibido referéndum. Cree que puede hacer lo que le venga en gana y que el posible acuerdo que facilite la investidura ha de pasar por lo que él diga.

No se sabe cómo acabará la cosa, pero haría mal el PSOE si llegara a un acuerdo que no pudiera explicar a las claras. Uno de esos acuerdos en los que, para explicarlos, el portavoz tiene que hacer de contorsionista o de mago que, con su varita mágica, saca del sombrero nuevas palabras para nombrar lo que pudiera ser innombrable. Alguna vez se ha hecho y es una tentación peligrosa por cuanto recurrir a ese truco supone convertir el lenguaje político en una retahíla de sinónimos y subterfugios que confirman el poco respeto que los políticos sienten por la inteligencia ajena.

La tentación del PSOE, acuciado por la necesidad de romper el bloqueo, y la postura de los partidos de la derecha, puede ser esa. Puede ser "pactamos lo que haga falta y luego lo disfrazamos de forma que la gente no se entere de lo que, en realidad, hemos pactado".

El temor de que pueda ocurrir algo así no es infundado. Las exigencias se han elevado tanto que si hay acuerdo alguien tendrá que reconocer que se ha bajado del burro. Lo ideal sería que se bajaran todos. Que unos y otros pusieran los pies en la tierra, pero como eso se nos antoja difícil, por no decir imposible, lo que se pide es que sean honestos y no nos engañen. Que no jueguen con las palabras e intenten darnos el timo diciendo que nadie ha cedido y que, aun así, se ha llegado a un acuerdo.

Será importante, por tanto, que estemos atentos a cómo explican ese acuerdo, si es que, al final, se produce. A las palabras les ocurre lo que a las monedas, que no siempre tienen el mismo valor, pero es diferente que lo pierdan por el paso del tiempo a que los políticos se dediquen a falsificarlas y luego las usen como si fueran auténticas.

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