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Vita brevis

Año sabático

Sobre la carencia de Gobierno y las consecuencias, no necesariamente negativas, de tal circunstancia

Una de las ordenanzas religiosas de los judíos es el descanso en el shabat, que es el sábado. En ese día los judíos observantes deben respetar una serie de prohibiciones relacionadas con un montón de trabajos que no pueden ejecutar. Entre esas prohibiciones está la de hacer fuego, de ahí que en ese día no se cocine. Esto ha tenido una consecuencia extraordinaria, pues se encendían las cocinas el viernes antes de la puesta del sol, que es cuando comienza el sábado judío, y se disponían cocimientos que se fueran haciendo a fuego lento durante toda la noche para poder ser ingeridos al día siguiente. El gran invento de esa prohibición entre los sefardíes fue el jamín, que es un cocido de garbanzos, similar al que ahora se degusta, con unas u otras variantes, en toda España. Los sefardíes que se bautizaron y se quedaron tras el edicto de los Reyes Católicos cristianizaron ese plato, haciéndolo más suculento al añadirle el tocino y otros untos del maldito pero exquisito cerdo.

Esto de descansar del trabajo un día a la semana es un invento judío único en la historia de la humanidad, pues no existe otra civilización o cultura antigua conocida donde hubiera semejante disposición o costumbre. De ahí que a los romanos les llamara mucho la atención y tuvieran a los judíos por unos vagos. El caso es que los cristianos, como una secta que era inicialmente judía, adoptaron también la costumbre del descanso semanal, trasladando el día del sábado al domingo. Cuando el cristianismo se hizo mayoritario en el Imperio Romano se normalizó la vagancia de descansar un día a la semana. Con el correr de los siglos, las potencias occidentales impusieron esa costumbre a las colonias, de tal suerte que hoy es universal.

Pero los judíos no tenían sólo un día a la semana de descanso, sino que también practicaban el descanso de un año cada siete, que se llamaba año sabático, en el que no se cultivaban las tierras, que se dejaban en barbecho. Esta disposición religiosa no se bautizó y, por lo tanto, no se generalizó, quedando relegada al olvido. Sólo recientemente entre las elites intelectuales se ha recuperado el año sabático, que se toman profesores de universidad y otros asimilados para dedicarse a sus asuntos, al margen de sus obligaciones laborales o académicas. Pero nada tiene que ver con el hebreo, entre otras cosas, porque no se suele tomar cada siete años.

Si mira usted bien hacia atrás se dará cuenta de que nuestros políticos se han tomado este año que está a punto de finalizar como un año sabático, pues en él no ha habido gobierno ni han pegado palo al agua. Hay quienes andan de los nervios por semejante cosa y gimen como plañideras por la pronta constitución de un Gobierno. No sé ustedes, pero yo no lo echo de menos en absoluto. Miren alrededor, que en Bélgica llevan más tiempo sin él tan ricamente, en Israel van a ir a unas terceras elecciones sin problema alguno y en Italia prácticamente andan sin Gobierno desde el final de la II Guerra Mundial y son la séptima potencia económica mundial.

Muchos claman por que haya Gobierno para que suba las pensiones y los sueldos de los funcionarios, pero la verdad es que eso es una filfa. Veamos: si la pensión media es de 995 euros y el IPC de este año es de 0,9 por 100, el incremento será de unos 9 euros al mes. Así que ya me dirán, y eso sin contar con el consiguiente incremento de los impuestos que dejarán esa subida en caca de la vaca. Ante eso, lo mejor es practicar el consejo de san Ignacio de Loyola: "En tiempo de desolación nunca hacer mudanza", que viene a ser ese ruego que dice: "Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy".

Así que, para el nuevo año, les deseo a todos, al modo antiguo, una feliz salida y entrada de año. El resto del año ya se verá.

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