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Vita brevis

Las dos sultanas

Susana Díaz y Teresa Rodríguez, dos verdaderas andaluzas

Está muy extendida la idea de que Andalucía mantiene grandes dosis de cultura musulmana y, por ello, que los andaluces son medio moros. Esto es falso de toda falsedad, tanto histórica como sociológicamente.

Es verdad que lo que ahora es el territorio de Andalucía fue lo último que conquistaron los reinos cristianos, pero no todo de una vez, sino en diferentes oleadas a lo largo de varios siglos, siendo el último reducto el reino nazarí de Granada, que comprendía la actual provincia de su nombre y las de Málaga y Almería. Pero esto ocurrió hace 528 años, cuando Boabdil el Chico entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos y la leyenda dice que su madre le dijo: "Llora como una mujer lo que no has defendido como un hombre". Esta señora, llamada Aixa al Hurra, fue realmente la última sultana en territorio andaluz.

La verdad es que, tras la rebelión de las Alpujarras, no quedó un solo morisco, ni en la Corona de Castilla ni en la de Aragón. Tras la orden de expulsión de Felipe III, pocos fueron los moriscos que permanecieron aquí, como en Hornachos, en la provincia de Badajoz, que sólo consiguieron sobrevivir allí por la protección de algunos cristianos viejos, interesados en mantenerlos como criados y peones, teniendo el resto de su población morisca, que era la mayoría, que emigrar a Marruecos, donde fundaron la ciudad de Salé, frente a Rabat, y la república pirata que tantos quebraderos de cabeza dio a los reinos de España y Francia.

En realidad, las tierras de los moriscos abandonadas fueron repobladas por gentes del Norte, que bien se ve con algunos de los nombres con que bautizaron a sus pueblos de las Alpujarras, como Capileira, Pampaneira o Santa Cruz de Marchena. Ahí está la cosa, y no sólo en las sierras granadinas, sino por toda Andalucía, en donde se estableció personal norteño con las reparticiones.

De modo que los andaluces tienen racialmente de moros tanto o menos que los gallegos, los vascos o los catalanes. Y lo mismo les ocurre culturalmente, que Andalucía se llamó Castilla la Novísima. Es que por allí no quedó más rastro moro que los monumentos arquitectónicos que sobrevivieron, como la Alhambra de Granada, la Mezquita de Córdoba, la Giralda y la Torre del Oro de Sevilla, las alcazabas de Málaga y Almería, y poco más. Más allá de esto, la herencia mora de Andalucía es un invento romántico de anglosajones desocupados. Luego unos señoritos del Ateneo de Sevilla y, especialmente, el notario Blas Infante se inventaron el nacionalismo andaluz de añoranzas islamistas.

Es tan cristiana Andalucía que se la conoce como la tierra de María Santísima y en ella se inventó el dogma de la Inmaculada Concepción de María, muchos siglos antes de que se hiciera oficial por el Papa. Es que allí, más que moro, es todo barroco, que no hay cosa más católica y que ahí está reflejado en sus exuberantes Semanas Santas y los retablos de sus iglesias. Pero también son barrocas sus ferias y el gracejo de sus gentes, imaginativo y exagerado.

Hasta ahora había dos señoras bien andaluzas que podríamos llamar, en andalucismo decimonónico, las sultanas. Naturalmente me estoy refiriendo a Susana Díaz, sultana del PSOE de allí, que era como salida de una estampa de "Los Morancos", y a Teresa Rodríguez, sultana de Unidas Podemos, que es como la mujer morena de Julio Romero de Torres, a la que solo le faltaba el clavel reventón en la pechera. Ambas han sido derrocadas de sus sultanatos porque no hacían migas con sus jefes de Madrid, que son unos siesos, malajes y desaboridos. Se van dos verdaderas andaluzas.

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