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Cataluña no es una nación (I)

Una actitud independentista es contraria a intereses morales y materiales

Quiero decir, ante todo, que mi admiración y mi respeto por Cataluña, nada tienen que ver con la crítica que me propongo hacer a esta marea nacional-separatista que desde hace años nos abruma y que últimamente está tomando tintes de tragedia nacional para nuestro país (antes llamado España).

El innegable espíritu de trabajo, superación y laboriosidad de los catalanes, así como su proverbial sentido común (seny), que es bien conocido y admirado de todas las demás regiones de España. Pero otra cosa distinta es que unos políticos sin conciencia y con oscuros propósitos, se empeñen en falsificar la espléndida historia de Cataluña y de España, para justificar unas insensatas ansias de secesión que, de producirse, no solamente serían pésimas para Cataluña, sino también para la propia Nación Española, de la que Cataluña forma parte muy querida y admirada.

Una mentira histórica, difundida por el catalanismo separatista, que cada día más, pretende tomar carta de naturaleza en la sociedad española, es la afirmación, carente de todo rigor, de que Cataluña es una nación tan antigua que remonta sus orígenes al siglo IX, con Wifredo el Velloso y sus herederos, cosa harto más que incierta puesto que en el imaginario medieval el concepto de Patria y de Nación, son absolutamente distintos de lo que hoy entendemos por tales títulos históricos, o, por mejor decir, inexistentes.

Don Marcelino Menéndez y Pelayo , una autoridad tanto histórica como filológica, dice taxativamente: "No hay Patria en la Antigüedad, tampoco en la Edad Media. No la hay, en rigor, hasta el Renacimiento"

Y en este sentido la Patria o Nación catalana es una falsedad, porque Cataluña ni es una nación ni lo fue nunca, por mucho que se insista en decir lo contrario. La historia es clara y terminante, pero un grupo, antes aludido, de ignorantes y radicales, impulsados por unos políticos sin conciencia y sin honor, asumiendo el viejo principio goebelsiano de que "una mentira repetida un millón de veces se convierte en una verdad", insisten machaconamente en la realidad nacional histórica de Cataluña, lo cual es absolutamente falso. No sé bien por qué ni desde qué extraños e incomprensibles intereses se insiste en tal insensatez, cuyo origen data de mediados del siglo XIX, cuando se discutía entre librecambistas y proteccionistas la necesidad de salvaguardar los intereses de Cataluña, mediante la imposición de barreras aduaneras con las que se evitara o, al menos dificultara, la importación de géneros europeos, más baratos que los de la industria catalana.

Hoy, dentro ya España de la Unión Europea, una actitud separatista e independentista, es contraria a los verdaderos intereses tanto morales como materiales de la propia Cataluña. También, dígase lo que se quiera, la mayor parte del pueblo catalán se siente tanto español como pueda sentirse catalán, pues no hay ninguna contradicción entre lo uno y lo otro y buena prueba de ello es el escaso interés popular que suscitó el referéndum sobre el tan traído y llevado "Estatut", votado por una inmensa minoría, aunque la clase política haya hecho de él una verdadera bandera de combate.

¿Cuándo fue Cataluña nación? Jamás. El Condado de Barcelona y con él toda Cataluña fueron desde el siglo XII (1164), y bajo el reinado de Alfonso II, rey de Aragón que los incorpora por herencia de su madre y forman desde entonces parte de aquel reino que, desde entonces, se constituyó como unidad política, reuniéndose posteriormente con el de Castilla, mediante el matrimonio de Fernando II de Aragón (y V de Castilla) y de Isabel I de Castilla, en la nueva unidad denominada España, reforzada con la conquista de Granada y con la anexión de Navarra.

Así pues, Cataluña, históricamente hablando y desde que existe memoria de dicha región, al igual que las de Galicia, Asturias, León, Andalucía, Extremadura y todas las demás, son parte integrante de la única nación política que las integra; es decir, España.

Estudiando en profundidad la génesis de Cataluña, nos encontramos con otras falsificaciones de los nacionalistas, tales como el autogobierno parlamentario del Principado, (Generalitat) de la que dicen ser más antigua que las instituciones aragonesas y castellanas y así mismo la antigüedad del idioma. Ambas falsedades se desmontan fácilmente con datos incontestables.

La Generalitat no existe hasta el siglo XIV. En cuanto al idioma, los expertos en filología saben que el castellano es, por lo menos, un siglo anterior al catalán y que este es un dialecto del provenzal, aunque provenga del común tronco latino, como el astur-leonés o el gallego que, dicho sea de paso, dio origen al portugués. No hubo jamás un Príncipe de Cataluña, como algunos pretenden, sino un Conde de Barcelona y otros Condados catalanes.

Y que es un territorio aproximadamente coincidente con la denominada Cataluña vieja y lo que actualmente son el principado de Andorra y la Cataluña francesa. Los condados más orientales acabaron siendo incorporados al condado de Barcelona y formaron parte de la unión dinástica con el reino de Aragón en la llamada Corona de Aragón (1162), mientras que el condado de Urgel mantuvo su dinastía propia hasta 1413 y el de Pallars Sobirá hasta 1491. Las taifas (reinos musulmanes) de Tortosa y Lérida habían sido conquistadas por el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV (en 1148 y 1149 respectivamente), y no se constituyeron como nuevos condados sino que Ramón Berenguer adoptó el título de marqués de estos territorios. Aunque los términos Catalania y catalanenses se encuentran por primera vez en forma escrita hacia 1172.

Y, mientras fue integrada por unos condados de la llamada Marca Hispánica, estos pertenecieron a veces a la Occitania y otras, a Aragón, e incluso tuvieron cierta autonomía, pero muy lejos de poder ser entidades políticas comparables a los diversos reinos ibéricos.

Quede por tanto claro que Cataluña, como tal, no existe hasta muy a finales del siglo XII, y como Principado tampoco existe hasta el siglo XIV y desde luego nunca fue un reino y mucho menos una nación. En este sentido ha de quedar también muy claro que no existía Cataluña en el 987, como pretendieron los nacionalistas, celebrando el milenario en los años 80 del siglo XX.

A la altura del siglo XII sí que existían otros reinos en la Península Ibérica: Asturias-León, Castilla, Navarra, con una estructura administrativa y política de Estado y con un Rey al frente de los mismos, así como gozando de instituciones representativas que eran las Cortes, donde se establecían libertades, se votaban censos y tributos y se obligaba al soberano a consultarlas para hacer la guerra o concertar la paz.

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