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Vita brevis

El fin de la razón

Las incongruencias lógicas del filósofo que está al mando del Ministerio de Sanidad

Aparte de las palizas del doctor Sánchez, don Pedro, uno de los miembros del Gobierno que más sale por los medios es don Salvador Illa i Roca. Es el actual Ministro de Sanidad desde principios de este año, sustituyendo a la asturiana María Luisa Carcedo Roces, que es médico y de Santa Bárbara, bendita, patrona de los mineros.

Como ustedes habrán apreciado, este señor usa gafas grandes y es enjuto y catalán, hasta tal punto que era el segundo del máximo gerifalte del socialismo de esa comunidad, que es ese señor abundante en untos y en plumas, que en los mítines baila como si estuviera en una discoteca de ambiente.

El caso es que, como se ha dicho, su predecesora en el cargo es licenciada en Medicina, lo que parecería adecuado para ocupar el cargo de Ministro de Sanidad, en tanto que su sucesor, don Salvador, no lo es, porque según su "curriculum vitae" es licenciado en Filosofía, y al poco de llegar al cargo le cayó encima lidiar con el bicho chino que nos ataca. Hay quien critica esa total ignorancia sobre las artes médicas del actual ministro, pero no estoy yo conforme con esa opinión. Los departamentos ministeriales tienen sus técnicos y los ministros que los dirigen no tienen por qué serlo. Lo que se demanda de ellos es imponer la razón política a esos técnicos de su ministerio y, en principio, nada mejor que un filósofo.

Las Partidas de Alfonso X, "El Sabio", definen las universidades como el "ayuntamiento de maestros e de escolares que es fecho en algunt lugar con voluntad e entendimiento de aprender los saberes". Los pilares de aquellos saberes medievales eran la Teología, las Leyes y la Filosofía, siendo pionera en España la de Palencia, que duró bien poco, y después la de Salamanca, que acabó siendo tan prestigiosa como las de París, Bolonia, Oxford o Salerno. Así que haber estudiado Filosofía debería ser en principio tan respetable o más que Derecho o Medicina, y mucho más que Economía, que es un saber que se introdujo en las universidades bastante más tardíamente.

Don Salvador Illa estudió Filosofía, por lo que se ve, en la Universidad de Barcelona. Pero hay un dicho sobre la de Salamanca, que es mucho más antigua, que dice: "Quod natura non dat, Salmantica non praestat", que viene a significar que lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga. Es decir que hay gente que pasa por las aulas, pero la Universidad no pasa por ellos. En definitiva, que el que es burro, pues burro saldrá por mucho que pasee libros por los viejos patios de las universidades.

No digo con esto que don Salvador sea burro, ni mucho menos. Ni que el buen hombre haya copiado en los exámenes para conseguir el título de licenciado en Filosofía. Lo más probable es que se haya olvidado de todo lo que estudió, porque jamás ejerció los saberes de esa disciplina, ya que se dedicó a la política desde que se hizo el retrato para la orla del final de la carrera.

Es que una parte de la Filosofía es la lógica, que es la ciencia de la razón. Unos de sus primeros postulados de esta ciencia fueron los silogismos, formados por una premisa mayor, una menor y una conclusión, que tanto estudiaron los escolares de aquellas universidades medievales. Actualmente han sido sustituidos por la lógica proposicional, que funciona del siguiente modo: digamos que Antonio es español y los españoles son europeos, entonces Antonio es europeo. ¿A que es fácil?

Y mira que, según los clásicos de la escolástica, la ley es la ordenación de la razón dirigida al bien común y promulgada por quien tiene autoridad. Bueno, pues las normas dictadas por el Ministerio de Sanidad, dirigido por un licenciado en Filosofía, están obviamente promulgadas por quien tiene autoridad y no dudo de que tienen como fin el bien común, pero desde luego que carecen de toda razón. Mire cómo usted tiene que someterse a un horario para pasear, pero para ir al chigre a tomar una cerveza puede hacerlo cuando le dé la santísima gana. ¿Le parece lógico?

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